Aunque Dios es misericordioso, pedir por su misericordia siempre ha sido habitual entre los creyentes, poetas y salmistas. De hecho, una de las más grandes bendiciones es saber que puede clamar por la misericordia de Dios y este responderá sin vacilaciones. El salmista sigue haciendo referencia a levantar los ojos al templo. Este es el cuarto salmo de los 15 que se recitaban los peregrinos para visitar al templo, y a su vez, se expresaban como un ascenso en las peticiones, en las solicitudes que se le hacían a Dios y en como se relacionaban con él verticalmente.

En los distintos clamores a Dios, el que solicita de su misericordia es muy interesante, ya que hace referencia a un comportamiento favorable mientras se reconoce que no se lo merece, que sabe que Dios lo hará por su propia bondad, y porque Él desea hacerlo.

Esto se debe a que la misericordia de Dios como muestra de su carácter no depende directamente del creyente, ni de que las pida o no, sino que dependen del carácter dadivoso de Dios, de su forma de ser y de expresarse. Lo que este poeta refleja es simplemente una contraposición entre la forma buena y misericordiosa de comportarse de Dios, contra los malos tratos diarios y conscientes que efectuaban los seres humanos día tras día. Así se evidencia que no hay un carácter misericordioso natural en el ser humano, sino que es una característica que surge como fomento de su cercanía con Dios.

Contexto histórico del salmo 123

Es necesario recordar que se sigue tratando de un salmo de ascención al templo. En este sentido, pide una bendición muy específica, que es paralela con las bendiciones que oraba Abraham en sus oraciones y que transcurrió de generación en generación de parte del pueblo judío. “Haga brillar el Eterno su rostro hacia ti y tenga misericordia contigo”.

Sin embargo, la palabra clave, la más resaltante en este salmo es Jonenu, que significa “ten misericordia de nosotros” en un contexto completo. Es una petición que se hacía específicamente cuando todo el pueblo estaba sufriendo maltratos de parte de los gobernantes o de parte de los pueblos extranjeros, pero hace una alusión clara a un sufrimiento personal, por lo que, en misericordia, el salmista pide que lo acabe o que no permita que siga sucediendo.

Esta palabra Jonenu se usaba específicamente para expresar sus sentimientos, para descargar su frustración y aliviar su sensación de menosprecio. Esto, de acuerdo con la tradición judía indica que el poeta ya sabía que Dios estaba actuando con respecto a esa situación, pero el poeta necesita decírselo para encontrar calma en que el Señor ya estaría obrando frente a esta que considera una injusticia.

Análisis bíblico del salmo 123

Versículos del 1 al 2: Buscar a Dios

En una muestra de desprendimiento, el poeta lo primero que hace es reconocer que debe levantar los ojos a Dios, lo cual quiere decir que debe dejar de mirar al frente, dejar de mirar al mundo, a las personas que tiene alrededor y dejar simplemente de poner su atención al trono de Dios. Con esta expresión también reconoce que nadie más tiene el poder que tiene Dios, que nadie más puede ofrecerle lo que busca y que, sin importar lo que hagan los demás, es el Señor el que puede sacarlo de sus circunstancias adversas.

Por eso prosigue buscando la misericordia de Dios, tomándole como el amo supremo de la creación. De hecho, esto es lo que quiere decir cuando explica que le mira como un amo mira a su siervo, pendiente de hasta el más mínimo gesto para saber qué esperar de la situación en la que está.

Esto hace referencia a una atención suprema que mantiene hasta el más mínimo detalle de los gestos de Dios, en este caso para saber cómo actuará, si le gusta o le desagrada algo, si tiene intenciones de ayudar ahora mismo, o si esperará unos instantes más. Y el salmista se mantiene observando y aguardando hasta la más mínima orden para acatarla y continuar con el propósito de servicio que tiene a los pies del Rey.

Versículos del 3 al 4: Pedir misericordia

Esta apreciación de Dios tan cercana y tan obvia es lo que genera dentro del ser del salmista que brote una acción de súplica. Es como cuando sabe que su amo le protege, pero tiene la necesidad de decirle lo que sucede, en caso de que no lo haya advertido. Aunque reconoce que es imposible que no lo haya notado, siempre es mejor decírselo y en ello reside el secreto de la oración: en saber que Dios sabe las cosas pero decírselas porque se quiere que sepa de sus propios labios cómo le afecta, y qué espera que Dios haga.

Esta solicitud de misericordia no va a cambiar la intención de Dios con respecto a esta circunstancia, pero si ayuda al creyente a entender la situación y la apreciación del Señor al respecto, para respetar su buena voluntad, agradable y perfecta.

Es por esto que el salmista es tan franco con Dios y le expresa con claridad qué es lo que le está molestando: la actitud de los soberbios, el desprecio de los pueblos y sus gobernantes y la forma como esto les perjudicaba día tras día. Pero lo más importante de esto es que no desea que esos pueblos, gobernantes o seres que les desprecian sean quienes den la respuesta. Es como decir “Señor, no me importa lo que otros hagan siempre que tú tengas misericordia de mí”.

Aplicación del salmo 123

En una de sus enseñanzas, Jesús insta a sus discípulos a no sentir temor de lo que los seres humanos pueden hacerle. En Mateo 10:28 (RVR1960) dice: “y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. Esto expresa claramente la razón por la cual el salmista, y cada creyente debe buscar la misericordia de Dios primero que la de los hombres. 

Esto se debe a que en Dios no hay sombra de variación, los hombres cambian de opinión a cada momento y fallan, son infieles, poco constantes y egoístas. Por otra parte, Dios es siempre el mismo, nunca falla y no se puede negar a sí mismo. Esto de por sí es una garantía cabal de que el Señor no va a cambiar de opinión con respecto a extender sus misericordias cada mañana como lo dice la biblia.

Es por eso que la enseñanza central de este pasaje lleva a al creyente a admirar simplemente a Dios, dejar de mirar sus circunstancias adversas, sus consecuencias, cuanto le afecta este problema y cómo sufre por él. En cambio, fijar su mirada delante de Dios, relacionarse con él y expresarle lo que siente y cómo lo siente le ayudará a mirar su misericordia para conservar la calma y esperar en Él a su recompensa.

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