Un par de semanas atrás comencé una renovación de mi no muy abundante biblioteca musical, y en ese proceso descargué una canción de Mariana Coronel llamada “Carta para Dios”.
Después de escucharla algunas veces, no podía sacar de mi mente la pregunta: si supiera que realmente la leerá, ¿qué le diría a Dios al escribirle una carta? ¿Y qué le diría si además de él, la carta fuera a ser leída por todo el mundo?
Sin duda, es un desafío no menor.
Es cierto, hasta cierto punto cada uno de los salmos son como cartas a Dios ‒algunas más personales que otras‒ que serían leídas por él y por todos los que consultaran la Palabra de Dios a lo largo de todas las edades.
Pero es obvio que no fueron pensadas como la única carta para Dios de sus autores.
Entonces… ¿Qué dirías? ¿Usarías las páginas disponibles para agradecer? ¿Para consultarle algunas inquietudes? ¿Para pedirle lo que necesitas? Piénsalo, ¿hablarías de él, o de ti? ¿O de ambos? ¿O acaso mezclarías muchas cosas? ¡La decisión no es fácil!
Sinceramente, no estoy seguro de lo que yo diría. Creo que le hablaría (a él y a todos los que leerán) de la feliz experiencia que su amor y gracia me han permitido vivir a su lado. Eso involucra agradecimiento, risas y lágrimas, quizás le escribiría algunos poemas, narraría algunos de los hechos más significativos de mi vida donde pude contemplar su mano detrás de todo… Sería algo larga, probablemente. Hay muchas cosas por decir.
Pero si algo incluiría sin pensarlo, es la frase que apertura el Salmo 18: “Te amo, Jehová”. Hermosa frase. Pocas veces encontramos confesiones de este tipo en la Biblia, por eso atesoro las pocas que conozco.
Pienso que el Salmo 18 es como una carta abierta donde el salmista dice muchas cosas increíbles a Dios, y acerca de Dios.
A continuación vamos a explorar esa hermosa pieza literaria. Quién sabe, quizás podamos tomar algunas ideas.
Salmo 18
Es grato para este servidor haber dejado atrás algunos salmos de súplica o lamento, para encontrar descanso en uno que exalta y alaba a Dios con una fuerza impresionante, valiéndose de imágenes poéticas, místicas, títulos, de lenguaje cataclísmico, de reflexiones personales, una descripción teofánica impresionante, doxologías, en fin… Un Salmo donde el protagonista es nada menos que nuestro Gran Dios y Salvador.
Pido al lector que por favor me comprenda. Entre tantos fieles perseguidos, solitarios, y creyéndose abandonados por Dios, es gratificante poder hablar de victorias y gloria; meditar en la grandeza y omnipotencia del Dios al que amamos.
La autoría del Salmo es casi irrefutablemente Davídica. Así lo afirma el sobre escrito, y lo confirma el hecho de que el poema (con algunas ligeras variantes) sea también compilado en 2 Samuel 22 como un canto de victoria de David.
Guardo mis recelos para con la identificación de un episodio histórico específico, relacionado con la muerte de Saúl. Es difícil imaginar a David componiendo este Salmo justo después de llorar por la caída de Saúl y su amigo Jonatán.
Cuando vamos al hebreo notamos que la frase “el día en que” corresponde al momento cuando David fue librado por Dios de las manos de “todos sus enemigos”, y luego se añade “y de las manos de Saúl”.
Por tal motivo (y así lo sugiere el texto original) este Salmo no fue escrito tras la muerte de Saúl, sino como una mirada retrospectiva de los hechos portentosos que Dios obró en su favor, librándole de sus enemigos.
En ese sentido Saúl es mencionado de forma individual por ser el enemigo más destacado de la vida de David, ocupando gran espacio de las narrativas del libro de Samuel (que es uno solo en la Biblia hebrea).
Si hablamos del género literario del Salmo, el sobre escrito le llama “cántico”. La forma del escrito con sus cualidades apunta a que se trata de un canto de acción de gracias. Por momentos asume ciertas características hímnicas, y en el centro de la composición el salmista da pie a una reflexión personal, pero el tono general del canto es una alabanza de gratitud.
Debido al género y algunos detalles estilísticos del Salmo pareciera que David intencionalmente hubiese querido colocar el escrito a la par de la misma tradición hímnica de los cantos de Éxodo 15 y Deuteronomio 31-32.
En cuanto a la estructura del texto, Alonso Schokel la divide en marco (introducción-conclusión) y cuerpo [Ver Alonso Schokel, Salmos 1-72, pp. 313-314].
En primera instancia observamos una introducción extensa basada en una invocación repleta de títulos divinos (18:1-3), en la cual el último versículo (v. 3) sirve como una declaración de resumen de todo el contenido que conforma el cuerpo.
A continuación tenemos el primer bloque principal de contenido (vv. 4-19), donde, básicamente, el salmista se haya de cara a la muerte; suplica el auxilio divino, y en una teofanía largamente descrita, Dios acude a salvarle de sus enemigos.
Luego tenemos el bloque central (vv. 20-31), donde el salmista se explaya en algunas reflexiones personales derivadas de las intervenciones salvíficas de Dios en su favor; y culminamos con el tercer bloque (vv. 29, 32-45), donde el salmista reanuda una serie de alabanzas a Dios ambientadas en el contexto de la guerra y el gobierno.
Finalmente hallamos la conclusión, que también encadena una serie de ideas que resumen los componentes principales del Salmo, y cierra con una doxología típica del género (vv. 46-50).
El Salmo comienza en segunda persona y termina en segunda persona. Aunque en el cuerpo tiende más hacia un poema lírico acerca de Dios en tercera persona, la introducción y la conclusión le dan nuestro ambiente epistolar e íntimo. David está hablando a Dios, pero en ese proceso destaca, como si estuviera delante de un auditorio, los poderosos hechos de Dios.
Sería casi redundante acotar que el argumento central del Salmo es celebrar a Dios y sus actuaciones, sus bondades para con aquellos que se muestran fieles a él y al pacto. En este sentido, los versos 30-31 actúan como una reflexión central del pensamiento del salmista:
“En cuanto a Dios, perfecto es su camino y acrisolada la palabra de Jehová; escudo es a todos los que en él esperan. ¿Quién es Dios sino solo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?”. El título “roca” presente aquí, en la introducción y conclusión refuerza esto (vv. 2, 31, 46).
Explicación del Salmo
Introducción. Una consulta a casi cualquier comentario revelará que el término que se utiliza en el primer verso de este Salmo, que es traducido por esa expresión tan dulce y profunda “Te amo, Jehová”, no es el término común en la Biblia para hablar del “amor”.
El verbo usual para amor es el hebreo ahab. Pero aquí se utiliza una forma verbal muy extraña bíblicamente hablando, que proviene del verbo rajam; el cual nunca es usado para hablar del amor del ser humano hacia Dios, pero sí aparece con frecuencia para dar a entender el amor de Dios hacia el ser humano.
Este verbo aquí, concluyen los estudiosos, se está refiriendo a un afecto muy profundo, íntimo, entrañable y ferviente. No es el “amor” común del pacto, es una devoción sublime la que experimenta el salmista para con Dios. Y debo decir que eso me emociona mucho.
Hablar del amor humano es entrar en un espacio de incertidumbre, donde es difícil entender lo que a ciencia cierta se está queriendo expresar. Hoy puede ser amor, y mañana odio.
Pero lo que se percibe de este pasaje es un hombre que ha encontrado y recibido tanto amor de parte de Dios, que no puede rehuirle a un sentimiento intenso y profundo de afecto hacia la persona divina.
Por supuesto, no se trata de una mera nebulosa sentimentalidad, sino que se convierte en un móvil que impulsa a la lealtad, la entrega y la obediencia.
Debo detenerme y decir: qué forma tan delicada de empezar este Salmo. Sin duda, abre surcos en nuestro corazón para recibir el texto que sigue con un sentido especial de afecto y gratitud, pues, todo lo que continúa, este Salmo de acción de gracias, brota de un corazón que verdaderamente ha experimentado las bondades del Cielo, y por esa razón no puede más que amar a su Creador.
¿Cuándo fue la última vez que de tu ser entero desbordó un sencillo y ferviente “te amo, Dios”?
Luego el salmista encadena una serie de títulos que alimentan nuestra propia visión de la experiencia espiritual del salmista con Dios. Para esto usa una estructura que vamos a graficar a continuación:
Te amo
Jehová, fortaleza mía
Jehová, roca mía y castillo mío, mi libertador
Dios mío, fortaleza mía, en que me refugio, mi escudo, fuerza de mi salvación, mi alto refugio
Invocaciones y títulos (ver también Salmos 31:1-3, 71:1-7). No nos dicen demasiado, pero a la vez lo dicen todo. Un título es ver a una persona a través de los ojos de alguien más [véase nuestro artículo ¿Cuáles son los nombres de Dios?].
Con los títulos que el salmista elige es fácil anticipar que su acción de gracias estará orientada hacia la salvación, protección, victorias y dominio, confianza y seguridad.
David nos permite visualizar a Dios a través de su propia experiencia, durante la cual puede testificar que Dios ha sido ese lugar seguro en el cual él pudo recibir fortaleza y entereza para pelear las batallas de la vida.
Para nosotros que nos hallamos tan lejos geográfica y temporalmente hablando de los tiempos de David estos títulos quizás no tengan tanto significado como lo tenían para él en su momento. Pero imagínate que hoy en día llamáramos a Dios: mi chaleco antibalas, el búnker en que me refugio, mi cuarto del pánico, mi camioneta blindada, etc… Algo así podrían representar para el salmista estos títulos.
Luego en el verso 3 nos resume lo que leeremos a continuación: los testimonios de un hombre que invoca a su Dios digno de suprema alabanza, y su fiel Señor lo salva de todos sus enemigos, vez tras vez.
Es digno de notar que la introducción nos anticipa varias cosas en cuanto al estilo del Salmo: impregnado de repeticiones, imágenes, del recurso de la ampliación, de muchas acciones, expresiones poéticas (en las cuales no nos detendremos demasiado), y frecuente retórica.
Primer bloque. El primer bloque comienza en los versos 4-5 con una epifanía de la muerte, que rodea con sus lazos y redes al salmista, a punto de abalanzarse sobre él. David nos cuenta que sintió atemorizado por los “torrentes de Belial”, que son hombres perversos dados a la violencia, y en su angustia (ej. 1 Samuel 20:3) recurrió a su fiel amigo: invocó y clamó a su Dios.
¿Y qué sucedió? ¿Qué sucede en los cielos cuando un hijo de Dios clama por ayuda? Aquí es que se pone buena la cosa.
David dice que “él oyó mi voz desde su templo (el celestial evidentemente, Salmos 11:4)”, su clamor retumbó en sus oídos, y de una vez se activó la alarma que moviliza a todos los potentados del Cielo.
Entonces el salmista describe un cuadro impresionante, lleno de movimiento y poder, donde podemos contemplar a Dios descendiendo como un guerrero victorioso desde los cielos para proteger a su hijo; en respuesta a sus oraciones.
Las imágenes magistrales de las cuales se vale son típicas de las teofanías del AT, que involucran una serie de trastornos naturales, respondiendo a la aparición del Señor de los Señores. Todo parece indicar que el cúmulo de metáforas poéticas están inspiradas en algunos eventos bíblicos previos como el cruce del mar rojo y la entrega de la ley en el Sinaí.
Algunos pasajes bíblicos parecidos ‒pero nunca equiparables‒ donde el autor se vale también de metáforas e imágenes para describir la aparición de Dios en el plano terrestre son Éxodo 19:16-18, Salmos 77, 144:5-7 y Habacuc 3:3-6, Isaías 30:27-33. Sin embargo, ninguno de estos reúne tantas imágenes como el Salmo 18.
En esta descripción poética Dios se manifiesta entre terremotos, relámpagos, tinieblas, vientos huracanados, nubes, granizo y fuego… es una descripción muy vívida de una tormenta en su más plena y poderosa expresión, en la cual Dios se revela para destruir a los enemigos del salmista y sacarle de las muchas aguas de la muerte.
Recalcamos entonces que el salmista le da una significación a la tormenta, como escondiendo dentro de sí la revelación gloriosa y portentosa de Dios. Sin embargo, las imágenes poéticas relacionadas con acciones divinas están ilustrando la manifestación de los elementos naturales.
Haremos breves comentarios sobre las imágenes que el salmista utiliza:
-Verso 7: terremoto, causado por la ira de Dios.
-Verso 8: humo, fuego y carbones son paralelos a las figuras torrenciales de nubes, truenos y relámpagos.
-Verso 9: las fuerzas naturales desatadas parecían indicar el descenso divino para ejecutar su juicio.
-Verso 10: los querubines son ángeles que rodean el trono de Dios (ej. Éxodo 25:18). Cabalgar sobre el viento se refiere a la velocidad con la cual Dios acude en respuesta.
-Verso 12 y 13: se recalca la impresión de los relámpagos que disipan los nubarrones, y la voz divina que pareciera resonar en los truenos que retumban.
-Verso 14: los relámpagos son paralelos a las “saetas”, y éstos dispersan a sus enemigos.
-Verso 16: el salmista es librado de los “torrentes” del verso 4, es decir, del peligro de muerte.
-Versos 17 al 19: aunque sus enemigos eran más fuertes que él, Dios bastaba como el apoyo que el salmista necesitaba. Dios le libra porque “se agradó” de él, frase que da pie al siguiente bloque de reflexión.
Segundo bloque. En esta segunda sección el salmista parece detenerse a reflexionar en la última fase del verso 19, respondiendo a la pregunta de por qué Dios se agradó de él y le salvó.
Encontramos una primera división dentro de este bloque, delimitada por la inclusión de los versos 20 y 24, que explica la razón por la cual Dios libra y protege a David.
Dios “recompensa” o “premia” a David por causa de su justicia; es decir, por su temor a jehová. Dos textos de las narrativas de David y Saúl constituyen buenos antecedentes para esta sección del poema: 1 Samuel 24:19, 26:23.
En ambos, primero Saúl y luego David, se reconoce que David merece justicia y favor de parte de Dios por su proceder misericordioso para con aquel que buscaba su vida.
David dice haber guardado los caminos de Jehová, manteniendo delante de sí los juicios y estatutos de Dios (Salmos 119:97). Jamás se apartó impíamente de su Dios, fue íntegro y perfecto para con él (v. 23, más lit.) apartándose de hacer lo malo voluntariamente.
Por esta razón, y por su gracia que suple nuestras deficiencias, Dios podía ser leal al pacto con David puesto él había sido leal a la suya.
Y prosigue explicando el salmista un principio básico del accionar divino: Dios actúa con el ser humano como éste quiere que se le trate. El que quiere misericordia, es misericordioso. El que quiere rectitud, es íntegro. El que quiere severidad, es tramposo. Y podemos continuar. El apóstol Pablo dijo que “todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7).
Dios es paciente con el pecador, pero si éste persevera en su mal hacer finalmente tendrá que llevar las consecuencias de sus actos. De la misma manera, el que procura la justicia y la rectitud recibirá lo propio de parte de Dios.
David, que buscaba el rostro de Dios y hacía todo lo posible por andar en integridad y en verdad (debemos suponer que este Salmo fue escrito antes del pecado con Betsabé y el asesinato de Urías), recibía de parte de Dios lo que había sembrado.
El amor de Dios para unos es recompensa y para otros es castigo, porque el amor no puede premiar al desobediente, sino que busca volverle de su mal camino.
El verso 27 explica la parcialidad de Dios hacia el afligido, en contra del soberbio y altivo de ojos. Delante de Dios la soberbia no tiene lugar. Por eso, en obediencia al principio antes explicado, el que se humilla es enaltecido, pero el que se exalta es humillado.
El verso 29 debería inaugurar el tercer bloque de contenido. Por esa razón lo vamos a comentar luego de detenernos en los versos 30 y 31.
Los versos 30 y 31, como mencionamos en la introducción, constituyen una declaración importante y central para el pensamiento de todo el Salmo. De hecho, creo que si el salmista resumiese todo lo plasmado en este hermoso poema, lo haría con estas palabras.
Dios es perfecto en todo su proceder, su palabra probada y pura como el metal (Salmos 12:6, Proverbios 30:5); es un escudo para todos los que buscan en él protección. No hay otro como él, no hay otra roca ni otro refugio tan seguro en esta vida. Jehová, él solo es Dios.
Tercer bloque. El tercer bloque comienza en el verso 29 y se reanuda en el verso 32.
Esta sección pone de manifiesto el valor que inspira la presencia de Dios, que:
-Todo lo hace posible. Junto a semejante compañero de batalla, es posible desbaratar ejércitos o asaltar fortalezas (v. 29)
-Reviste de poder, y orienta las acciones (v. 32)
-Provee y fortalece las habilidades necesarias para la batalla (vv. 33-34)
-Pero aun así Dios también actúa directamente para salvar, sustentar y fortalecer (v. 35)
-Le ha dado al salmista completa victoria sobre sus enemigos (vv. 37-42)
-Le hizo señorear sobre las naciones y pueblos, y libró sus contiendas políticas (vv. 43-45)
En resumen, David coloca a Dios como responsable directo de todos los logros y hazañas de su vida. De cada una de esas cosas, de cada victoria y hecho notable, David puede afirmar que fue gracias a la intervención divina.
Es como escribir la carta y decir: ¿ustedes saben todo lo que yo he hecho? Bien, no he sido yo, ha sido el Dios a quien amo y sirvo.
Conclusión. El Salmo vuelve a donde comenzó: exaltando solemnemente el nombre de Dios. “¡Viva Jehová y bendita sea mi roca!”. El Dios que: venga mis agravios, somete pueblos debajo de mí, me libra de mis enemigos, del hombre violento, y me eleva sobre los que se levantan contra mí.
¿No resume esto todo el contenido del Salmo?
Por todo eso y más, “enaltecido sea el Dios de mi salvación”. David confesará y testificará de su Dios entre las naciones y cantará a su nombre. Esta fórmula es típica del final de los Salmos de acción de gracias: un voto de confesión y alabanza.
Sin embargo, los triunfos y las misericordias de Dios para con su ungido, el rey David, y para su descendencia, quedaron en suspenso. Israel falló en confesar a Dios entre las naciones. Pero ahora hemos comprendido el alcance de la promesa: el legítimo descendiente de David, Jesucristo, será gobernante del universo.
Hoy Salmos 18:49-50 está en proceso de alcanzar su más elevado cumplimiento, ahora en la persona de Jesús. Y, de hecho, una lectura cristiana puede darle un enfoque cristocéntrico a todo el contenido del Slamo.
Mientras tanto nosotros sigamos escribiendo cartas para Dios. Que el mundo sepa cuán grande es jehová, que no hay otro como él, y que nuestra historia es lo que es, gracias a su misericordia y poder.
Te amo, Dios.
Descubre aquí todos los recursos del Salmo 18.