Todos hemos escuchado hablar de “La gran muralla China”. La muralla más larga del mundo, con casi 21.000 kilómetros de longitud, una completa hazaña arquitectónica, patrimonio de la humanidad, de más de 2.000 años de existencia.

Sin embargo, pocos conocen la segunda muralla más larga del mundo: la gran muralla del fuerte Kumbhalgarh, en la India. Frente a la muralla China esta quizás te parezca relativamente pequeña, con sus 36 km de longitud, pero al compararla con otras murallas importantes que siguen en la lista, notaremos que su longitud es realmente impresionante.

Esta muralla fue construida en el siglo XV por el Maharana Rana  Kumbha, y junto a esta sabemos de 31 fortificaciones más que fueron construidas en Mewar a lo largo de este período. La obra duró nada más y nada menos que casi un siglo. Pero el resultado es imponente, asombroso.

Posee 7 grandes puertas. El grosor de los muros oscila entre los 4 y los 7 metros y medio, están reforzados por bastiones de formar semicircular, y grandes torres de vigilancia. El fuerte se encuentra ubicado entre altos picos montañosos, a más de un kilómetro sobre el nivel del mar. Haciendo de la ciudad una fortaleza prácticamente inexpugnable.

De hecho, la historia testifica que el fuerte nunca fue tomado. Representó por siglos un refugio seguro para los gobernantes de Mewar, y en varias ocasiones pueblos invasores se vieron obligados a retroceder impotentes ante la fortaleza.

Esto salvo una ocasión, cuando un traidor envenenó los suministros de agua potable que la ciudad poseía, y sin otra opción que rendirse, el emperador mongol Akbar y sus aliados tomaron el fuerte.

Por último es curioso acotar que una creencia local afirmaba que una deidad de nombre Bamata protegía el fuerte.

Sinceramente, después se leer esto me cuesta pensar que los habitantes de esta ciudad viviesen asustados. ¿Tú qué piensas?

Bien, el Salmo 48 nos habla de una ciudad especial, rodeada de muros y torres, inexpugnable a la vista de sus enemigos, y protegida por el mismo Dios. E irónicamente, la historia demuestra que al igual que Kumbhalgarh, esta ciudad solo sería vencida desde adentro.

El significado del Salmo 48

Comenzamos hablando de una ciudad precisamente porque la primera impresión que queda de este Salmo es su énfasis en la ciudad de Sión. De hecho, el título en algunas Biblias sería semejante al de la Reina Valera: “Hermosura y gloria de Sión”.

Ya hemos comentado con anterioridad los salmos 46 y 47 que, como mencionamos, forman una tríada con el 48 enlazada por diversos tópicos: el reinado de Yahvé, la defensa de la ciudad, soberanía sobre las naciones, quebrantamiento de los enemigos, la presencia de Dios en Sión, pero a su vez por encima de los cielos como rey universal.

Y si miramos un poco más detalladamente, notaremos algunas conexiones lingüísticas explícitas entre estas composiciones. Del Salmo 47 reaparecen los elementos:

“Rey grande” (47:2) – “Gran rey” (48:2)

“Toda la tierra” (47:2, 48:2)

“Santo trono” (47:8) – “Monte santo” (48:1)

“Muy exaltado” (47:9) – “Muy alabado” (48:2)

Pero los paralelos con el Salmo 46 son todavía más abundantes:

“Ciudad” (46:4, 48:2, 3, 12)

“Alegrar” (46:4, 48:11)

“En medio” (46:5, 48:9)

“Reinos” (46:6 – “Reyes” (48:4)

“Ved” (46:8) – “Contad” (48.12)

“Quiebras” (46:9, 48:7)

Y todavía hay otros vínculos adicionales a estos. Lo que demuestra la estrecha relación que existe entre estas composiciones. Ellas exaltan el reinado divino, la seguridad y la paz que ofrece a su pueblo, y el señorío y la superioridad con que gobierna y hace su voluntad entre las naciones.

Pero lo interesante de estos vínculos es que no solamente son correspondencias lingüísticas, sino evidentes correspondencias temáticas; pues, en la mayoría de los casos la idea plasmada en el pasaje de uno de los salmos es aproximadamente la misma que del otro.

Por ese motivo vale la pena estudiar estos Salmos juntos, para poder reconocer todo un panorama completo que entre los tres forman.

Este Salmo en particular redunda en características hímnicas en cuanto a forma y expresión, y su motivo parece ser de acción de gracias a Dios por la defensa de Sión del peligro que representaban sus enemigos.

La posible asociación del Salmo 46 a la batalla de Josafat en 2 Crónicas 20 o quizás más probablemente al intento de invasión de Senaquerib, se extiende también a este Salmo (48:4 cf. Isaías 37:19 y 48:5-6 con Isaías 37:33-34).

Al detenernos a considerar la introducción y la conclusión del Salmo, llegamos a la conclusión que la intención original de este poema fue que formase parte del servicio de adoración en el recinto del templo (v. 9). Y esa intención subyacente es la que agrupa y da sentido a los distintos elementos del Salmo: la hermosura de Sión, defensa del peligro, gratitud y adoración a Jehová.

Acerca de la estructura, dividiremos el pasaje en 4 momentos principales y poco equitativos:

Introducción a los personajes y argumentos básicos del poema, enfocada en Sión (vv. 1-3)

El fracaso de los enemigos (vv. 4-7)

Respuesta de alabanza al Señor (vv. 8-13)

Conclusión hímnica (v. 14)

Es interesante detenernos a analizar el enfoque circunscrito de este Salmo acerca del gobierno y la adoración a Jehová. Pues el Salmo redunda en muchos elementos espaciales que delimitan la actividad divina. Nota:

“Digno de ser alabado en la ciudad de nuestro Dios, en su monte

En sus palacios Dios es conocido por refugio”

“Nos acordamos de tu misericordia en medio de tu templo

“Se alegrará el monte de Sión por tus juicios”

“Andad alrededor de Sión, considerad…mirad…”

Respecto a esto Shokel observa: “Si con su presencia Dios engrandece a la ciudad, ésta con su contorno ¿no empequeñece a Dios?” [Shokel, 670].

Es un pensamiento intrigante. Sin embargo, el verso 10 amplía el loor de Dios hasta los fines de la tierra; y, como hemos mencionado, es muy útil leer el Salmo 48 a la par de los salmos 46 y 47, puesto que juntos ofrecen una imagen de conjunto completa.

Aun así, debemos recalcar el énfasis teológico que se busca con esta circunscripción del Dios eterno; y es precisamente engrandecer, exaltar a la misma Sión. Puesto que Sión viene siendo co-protagonista del Salmo, Dios y ella están en una mutua interacción: Yahvé engrandece a Sión, y Sión engrandece a Yahvé.

Y aunque el dominio divino no competa únicamente a Jerusalén, es cierto que su autoridad allí es reconocida, y por ello magnificada. En esta misma dirección recordamos lo dicho después por el apóstol Juan: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19).

La iglesia es esa Sión cuya figura Dios engrandece; y a él se debe. Al mismo tiempo Dios es glorificado y exaltado en su iglesia. ¡O al menos esa es su razón de ser!

Explicación del texto

Verso 1

De una vez por todas el primer verso coloca en perspectiva el verdadero protagonista del Salmo, para que no hayan confusiones. Dios es sujeto de adoración, y Sión es contexto. Dios merece alabanza, y Sión es privilegiada por ser el asiento del trono y la presencia divina. 

Grande es Jehová. Un predicado nominal que incluye nombre propio y título. Solo se menciona dos veces el nombre “Jehová” en el Salmo (vv. 1, 8), ambos en momentos clave de la composición.

Aquí, desde el comienzo, se resalta la identificación estrecha de Jerusalén con su Dios personal y pactual, llamándole por su nombre propio: Jehová.

Pero el texto también le titula “grande”, “gran rey” (v. 2). ¿Qué dices de alguien cuando reconoces su gran superioridad en tantas áreas que es difícil escoger una sola palabra? ¡Eres grande!

Podríamos decir muchas cosas acerca de Dios. Pero para el poeta que dispone de poco espacio es más sencillo reunir todo eso en este calificativo: “Grande es Jehová”. “Porque tú eres grande” (Salmos 86:10), “¡Qué grande es nuestro Señor!” (147:5), “¡Qué grande eres, oh Señor soberano!” (2 Samuel 7:22).

La grandeza de Jehová conlleva también dignidad. Y el Salmo 145:3 conecta ambos atributos: “¡Grande es Jehová, el más digno de alabanza! Nadie puede medir su grandeza”. La grandeza de Dios le hace digno de ser alabado. Su hermosura, su santidad, su bondad, su perfección acreditan su dignidad.

Pero no solamente lo que Dios es, también lo que Dios hace. Me gusta el cántico de los seres vivientes, los ancianos y los ángeles en Apocalipsis 5:12 cuando dice: “El cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”.

¿Por qué es digno el cordero? ¿Qué le hace merecedor de la alabanza? “fue inmolado”.

En este caso, el Salmo ya se está anticipando a la victoria divina en los versos 4-7. La introducción va fluyendo paso a paso, las capas del poema se van destapando en los recintos del templo; pero los israelitas tienen en mente este motivo especial y específico: eres digno de que te alabemos por proteger a tu pueblo de sus enemigos.

Y el verso sujeta la dignidad divina al contexto: “digno de ser en gran manera alabado en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo”. Haciendo referencia a Jerusalén, y al monte de Sión como sinónimo poético de esta.

Pienso que más que intentar hacer de la adoración algo exclusivo, el texto está diciendo que Jerusalén tiene motivos especiales para alabar a su Señor. Pero también es cierto que por ser “la ciudad de Dios”, “su monte santo”, consagrado como posesión de Jehová (Salmos 2:6, 121:1), se constituye en un lugar especial de adoración. Eso es cierto hasta Juan 4:24.

Así que en el primer versículo se ha presentado a Jehová, su grandeza y dignidad de alabanza (temas del salmo), se presenta ese lugar especial que adora el nombre de jehová; y entendemos que los israelitas tienen en mente algunos hechos de Dios que les inspiran gratitud. Por eso elevan este canto.

Versos 2 y 3

A continuación el salmista corteja a la ciudad de Dios, introducida ya en el verso 1, enumerando 4 atributos que hacen de ésta una morada singular entre todos los pueblos.

En primer lugar le llama “hermosa provincia (heb. altura)”. La última frase del primer verso había mencionado al “monte de Dios”, por esa razón el verso 2 declara “hermosa altura/elevación”, o como dice la NTV: “Es alto y magnífico”; pues el sujeto continúa siendo el monte.

Es un poco inusual en el AT que se describa un lugar con el adjetivo hebreo yepeh, “hermoso”; cuando este es usado mayormente con personas (Job 42:15, 1 Reyes 1:3) o animales (Génesis 41:2). Pero esta cualidad resalta la belleza, la magnificencia que podría inspirar a un peregrino el mirar a Jerusalén allí asentada sobre montes.

Lo siguiente que el salmista dice de la ciudad es que esta es “el gozo de toda la tierra”. Claramente para alguien que no viva en Jerusalén esta frase le parecería absurda.

¿Sabes? Me recuerda a esas ocasiones en la universidad cuando algún compañero afirmaba con alevosía que “su ciudad” era la más hermosa de Venezuela, e inmediatamente todos comenzábamos a replicar. Cada uno aseguraba vivir en el lugar más hermoso de Venezuela.

Lástima que muchos no conocían Maracaibo, y por eso no tenían idea de lo que significaba verdadera delicia. ¡Y no porque sea mi ciudad!

Pero esta frase del salmista es semejante a eso. El Israelita se sentía tan complacido y orgulloso de su ciudad, de su nación, que no tenía reparos en hablar de ésta como el “gozo de toda la tierra”. Pero si ellos hubieran sido fieles, las expectativas de Dios se habrían materializado, y Jerusalén ciertamente habría llegado a ser eso y mucho más.

La expresión “a los lados del norte” es un tanto confusa. Pero parece hacer alusión a la relación geográfica que existía entre la colina que alguna vez se conoció como “Sión” (que perteneció a los Jebuseos antes de ser conquistada por David, 2 Crónicas 5:2, 2 Samuel 5:7) y la que recibía el nombre de “Moriah”.

En esta última se construyó más tarde el templo y el palacio de Salomón (2 Crónicas 3:1); y era la que estaba a mayor altura, al norte.

El tercer “piropo” tiende a estimular aún más el orgullo nacional de todo israelita, llamándole “la ciudad del gran rey”.

Y finalmente dice el salmista dice que “Dios mismo está en las torres de Jerusalén dándose a conocer como su defensor” (v. 3 NTV). Este es el significado de una frase que en hebreo se traduciría más literalmente como “Dios en sus palacios es conocido por refugio” (ver Zacarías 2:9)

Por lo que en la última frase de esta sección introductoria aparece con fuerza la acción central de Dios en el Salmo: proteger, cuidar, defender a su ciudad y a su pueblo.

Versos 4 y 5

El verso 4 abre la segunda estrofa con la partícula conectiva y causativa ki (“porque”), y de esta manera une estrechamente el hilo de pensamiento que comienza con el que le precede.

Anteriormente se había dicho que Dios se da a conocer en medio de la ciudad como un defensor, un sitio seguro de refugio. Pero como evidencia o demostración de la veracidad de esa afirmación, el salmista relata el hecho reciente donde Dios manifestó una vez más su poder y grandeza, haciendo de Jerusalén un fuerte inexpugnable de sus enemigos.

Dice el salmista que los reyes de la tierra se reunieron, juntaron sus fuerzas y avanzaron contra Jerusalén como una coalición poderosa que barría todo a su paso. Pero cuando estuvieron ante ella, y le vieron, se sintieron asombrados, se turbaron, y se apresuraron para salir corriendo, y huir lejos.

¿Qué vieron estos hombres de guerra que pudo causar una reacción como esa? Es una pregunta interesante. ¿Se sintieron incapaces de tomar la ciudad? ¿No estaban al tanto de sus murallas y torres? ¿De su altura y lo difícil del camino?

Me cuesta creer que no tenían idea de lo que enfrentarían. Me es más fácil aceptar que se trató de una de tantas intervenciones sobrenaturales de Dios, en favor de su pueblo.

Si se trata del episodio de Senaquerib, sabemos que un rumor misterioso hizo que el rey abandonara el asedio de Jerusalén y se retirara de su tierra; lo que encaja con la descripción poética del salmista.

Versos 6 y 7

En el verso 6 el salmista añade un poco más de dramatismo a la escena, comparando el sentir de los reyes con el dolor de parto de una mujer; el más fuerte de los dolores en la escritura (Jeremías 4.31, Miqueas 4:9-10). ¡Así sería la angustia de ellos!

En el verso 7 se menciona a Tarsis, una región que ha sido asociada con un puerto en Tartessos, España. Pero según los estudiosos es posible que esta expresión apunte a una clase de naves grandes que eran capaces de emprender el viaje desde la zona del mediterráneo hasta España.

Si esto es así, el salmista está comparando aquellas tormentas que hacen naufragar a las naves, por más grandes que estas sean (Ezequiel 27:26), con el poder de Dios que quiebra a sus enemigos impotentes.

Versos 8 al 12

A partir del verso 8 nos trasladamos a una escena de adoración, donde el pueblo expresa su acción de gracias al Señor por manifestarse como el protector, el refugio seguro de su pueblo.

Ellos dicen a Dios: Jehová, antes lo habíamos oído cosas como estas, los relatos que nos contaban nuestros padres y abuelos (Salmos 44:1-8), ¡pero ahora lo hemos visto con nuestros propios ojos! Hemos visto como tú, Jehová de los ejércitos, has librado a tu cuidad, y así la afirmarás para siempre. El hecho presente se convierte en garantía para el futuro.

Entonces en el verso 9 alcanzamos a visualizar más claramente el escenario de adoración. El pueblo se ha congregado en el templo, y allí se “acuerdan” (o meditan, ponderan) las misericordias de Dios. Y cada vez que un israelita acude al templo, ¿de qué puede acordarse sino de estos momentos maravillosos, donde Dios demuestra su grandeza y dignidad?

Vas a la iglesia, o te encuentras en el espléndido templo de la naturaleza, y la mente viaja a través de los hechos de Dios. Viaja por los caminos de la vida donde su mano se muestra; a veces no muy abiertamente, y en otras ocasiones, como el ruido de un gran trueno.

Por eso el loor de Dios llega hasta los confines de la tierra. Porque aunque su morada esté especialmente en su monte santo, sus hechos y misericordias pueden ser conocidos por todos. Así como grande es su nombre, es también su loor.

Se exalta a Dios por actuar y gobernar con justicia (v. 10), pues sus juicios traen alegría al monte de Sión, a la ciudad. Cuando hay justicia en un pueblo, hay paz y gozo. La justicia bien aplicada, como la justicia divina, es sinónimo de calidad de vida para una nación.

Por eso Jerusalén puede ser una ciudad dichosa. La presencia de Dios en medio, su morada, pacto y elección le protegen de peligros, y aseguran alegría de vida, la justicia y amor en su seno.

Versos 12 al 14

En los versos finales del Salmo, el escritor invita a al lector a caminar alrededor de Jerusalén, rodearla y contar sus torres, considerar atentamente sus muros, mirar sus palacios, y contarle así de su gloria a la generación venidera.

La hermosura y la firmeza de Sión, es un testimonio de la grandeza del Dios que ha puesto su nombre en ella.

Por eso el verso 14 cierra diciendo “Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre ‒y me encanta esta frase‒; Él nos guiará más allá de la muerte”.

Una firme seguridad de que el cuidado, el favor divino hacia su heredad alcanza hasta el mismo umbral de la muerte; ¡y todavía más allá! Por los siglos, hasta la eternidad.

Si todo esto pudo decirse de la Jerusalén terrenal, imagínate lo que los redimidos podremos decir muy pronto de la Jerusalén celestial. Dios nos ha preparado una ciudad (Hebreos 11:16), pero en ella la gloria de Dios es palpable, evidente, satura todo el ambiente. En ella no reina la justicia, ¡porque es lo único que existe! En ella no hay gozo, es gozo por naturaleza. Por eso me complazco en esperar ese momento, cuando Dios mismo nos abra las puertas de su ciudad, afirmada para siempre. Mientras tanto, oh Dios, me acuerdo de tu misericordia.

Deja una respuesta