Hace no mucho tiempo una iglesia de Valencia me pidió que compartiera con ellos una predicación. Después de orar unos días, y leer y releer algunos textos de la Biblia, decidí hablar sobre Romanos 8:28-39. Una porción bíblica que, para mí, es de las más resaltantes de la Escritura.
El jueves temprano grabé la predicación y se la envié al anciano de la iglesia, con grandes ansias de que fuese de bendición para ellos. Deseaba que lograran ver que, gracias al indescriptible amor de Dios, alcanzar la salvación es más fácil que perderse.
Pasados unos meses, me encontraba en un retiro espiritual de jóvenes. Los encargados de la programación del sábado en la tarde me llamaron y me invitaron a tener el tema central.
Faltaban unas dos horas, así que mi mente comenzó a moverse rápidamente por distintos lugares de la Biblia, generando ideas, temáticas, hasta encallar nuevamente en Romanos 8. Recordé aquel tema que había tenido en la oportunidad mencionada, y me pareció adecuado compartir esa reflexión con aquel grupo de jóvenes.
Sin embargo, si existiese un registro escrito de ambos temas, y comparases el uno con el otro, rápidamente notarías que, aunque es el mismo tema, con una estructura básica muy similar, existen muchas diferencias.
Algunas diferencias vienen dadas simplemente por la repetición; pues es muy difícil que al tener un tema por segunda vez todo sea igual. Pero algunas otras diferencias más notables son producto de la ocasión.
En el primer caso, el tema sería escuchado por una iglesia. En el segundo, la audiencia era un grupo de jóvenes en un retiro espiritual. Que existieran algunas diferencias era inevitable.
Algo similar a esto ocurre con el Salmo 53.
Entendiendo el Salmo 53
Si has leído el Salmo 14 te habrás dado cuenta que la semejanza que guarda con el Salmo 53 es sumamente grande. De hecho, por extraño que parezca, es prácticamente una repetición. Lees los versículos 1 al 4 de ambos salmos y te encuentras con diferencias muy mínimas. Lo mismo sucede con el último verso,
Sin embargo, no todo es igual. Notemos algunos detalles:
El sobreescrito “Al músico principal; salmo de David” que encabezaba el Salmo 14 reaparece en este Salmo con dos añadidos: “mahalat”, y “Masquil”. Esta diferencia ya nos asoma la posibilidad de que la intención de este Salmo sea distinta a la del anterior. ¿Por qué?
El término “masquil” ya lo conocemos, remitimos al lector a la Explicación del Salmo 32. Su significado en el encabezado de los salmos suele estar asociado con una “Instrucción” o “meditación”.
Pero la cuestión con el término “mahalat” es diferente. Su significado es incierto. Pero pareciera hacer referencia a una tonada lenta, triste; o como otros proponen, a un acompañamiento de flauta.
Otra diferencia llamativa es la desaparición del nombre “Jehová”, que se menciona 4 veces en el Salmo 14. Mientras que en este las 7 veces que el salmista se refiere a Dios utiliza elohim.
La última diferencia, y la más acentuada de todas, se observa al comparar los versos 5 y 6 del Salmo 14 con el verso 5 del Salmo 53.
Salmo 14:5-6 “Ellos temblarán de espanto, porque Dios está con la generación de los justos. De los planes del pobre se han burlado, pero Jehová es su esperanza”.
Salmos 53:5 “Allí se sobresaltaron de pavor donde no había miedo, porque Dios esparció los huesos del que puso asedio contra ti. Los avergonzaste porque Dios los desechó”.
Esta discrepancia, reforzada por las otras diferencias existentes entre las dos versiones, nos convence de suponer que esta nueva edición del que conocemos como el Salmo 14 se debe a la intención de aplicar el contenido del Salmo a una nueva situación.
Con relación al Salmo 14 nos inclinamos a afirmar que este pertenecía a un período de decadencia en el pueblo de Israel (interpretación poética de la “cautividad” del verso 7). Un pequeño remanente justo vive rodeado por la maldad y la injusticia del mundo. Pide con fervor por su redención.
Pero en el Salmo 53 la figura de un pueblo invasor que asedia a la ciudad de Dios aparece con prominencia en el verso 5; y cambia la escena que proporciona el Salmo. Con ello cambia también el mensaje y la intención.
Entonces, aunque el Salmo 53 es una copia del 14, quizás debido a que la segunda colección fue compilada por un editor distinto al que compiló la primera, también es cierto que el cambio del verso 5 nos ayuda a discernir un cambio de significado y de contexto que hacen distinto al Salmo 53.
De manera que la estructura de esta segunda versión del Salmo es la siguiente:
El juicio del orante sobre la condición del mundo (v. 1)
El juicio de Dios (vv. 2-4)
El fracaso de los enemigos (v. 5)
Pedido de liberación y victoria (v. 6)
Aunque la estructura es similar, el enfoque ha cambiado. Ahora tenemos a dos grupos opuestos: las naciones del mundo, y el pueblo de Dios. Acerca de las naciones del mundo se dice que son necios, no buscan a Dios, no hay ninguno que haga el bien, y devoran a su pueblo.
El juicio, y el caso de estudio que le precede, se presentan como la respuesta divina a la amenaza de los hijos de los hombres contra el pueblo de Dios.
La declaración divina acerca de la maldad, la necedad y la rebelión de los pueblos derivó en su derrota y vergüenza (v. 5).
Es posible que esta derrota hubiese sido anterior a la circunstancia presente que motiva la edición del Salmo. Y eso daría sentido a la súplica del verso 6.
Antes ocurrió un intento de invasión, y Dios lo desbarató con poder. Ahora los pueblos nuevamente se aproximan amenazantes, e Israel pide que Dios obre su salvación una vez más.
Algunos han pensado que los huesos esparcidos pudiera referirse a la muerte de los hombres de Senaquerib, cuyos cuerpos quedaron tendidos en sus campamentos (2 Reyes 19:35).
Explicación del texto
Versos 1 al 4
Para un comentario más extensivo de estos versículos remito al lector a la explicación dada en el Salmo 14.
Sin embargo, aquí queremos darles un breve vistazo ahora desde la perspectiva del conflicto bélico mencionado en los versos 5-6.
El verso 1 comienza con una observación panorámica del autor. Él observa que el necio en su corazón está convencido de una verdad nefasta: “No hay Dios”.
El problema es que esa convicción ateísta no es solamente una expresión de fe. También es una norma de práctica, porque hunde a los hombres cada vez más profundamente en la corrupción y la maldad.
De hecho, les conduce a tan alto grado de degradación que el salmista observa: “¡No hay quien haga el bien!”.
En aquel tiempo el ateísmo no era muy común, los pueblos tenían gran cantidad de dioses. Por eso tenemos que ir más profundamente.
No es que el necio crea que no existe un Dios, sino que está convencido de que aunque haya Dios, él no está interesado en pedirle cuenta por sus acciones. Es decir, en su corazón se complace en la falsa seguridad de una relatividad moral; en la ausencia de un gobernante justo que pretenda dar a cada quien conforme a sus acciones.
Si no hay ley moral o retribución, entonces se puede afirmar que en sus consciencias “no hay Dios”.
Más aún, el texto podría referirse a una incredulidad generalizada acerca del Dios de Israel. Ellos irrespetan y menosprecian a Jehová, afirman que no hay un Dios que defienda a su pueblo.
Pero ya sea por lo uno o por lo otro, el punto es que la incredulidad de los hombres les conduce a la impiedad, y a oprimir al pueblo del Señor. ¡Les parece que pueden hacer lo que quieran!
En el contexto específico de la guerra, los enemigos de Israel ridiculizan la posibilidad de derrota argumentando que su Dios no existe. Esta ilusa convicción recibe respuesta contundente en la última frase del verso 5.
En los versos 2 al 4 Dios mismo se asoma y contempla a los “hijos de los hombres” reunidos y envalentonados para luchar. Digamos que hace una «inspección judicial». Busca alguna persona que entienda y busque a Dios. Alguien razonable, cuerdo. Pero no halla ninguno.
Todos son corruptos. Ninguno hace el bien, Son necios, e incrédulos. ¡Dios concluye que no hay ni siquiera uno que haga el bien! La maldad y el pecado son generalizados. Como infección sistémica que se extiende por todo el cuerpo contaminando y enfermando todo. Así es el pecado en el mundo.
En el verso 4 Dios hace una pregunta. ¿Será que acaso los hombres no tienen ni un poco de discernimiento? ¿Será que piensan que pueden devorar a mi pueblo como si fuese pan y yo me quedaré de brazos cruzados? ¿Creen que pueden vivir sin tenerme en cuenta?
La respuesta evidente es que están muy equivocados. ¡Les espera una gran sorpresa!
Verso 5
Toda persona que haya estudiado lógica sabe que si la premisa de un problema es incorrecta, como consecuencia el resultado será incorrecto. Si nuestras presuposiciones son erradas, nuestras conclusiones también lo serán.
Ellos se equivocaron en suponer que “No hay Dios”, y por ende serán avergonzados por el poder divino.
El salmista nos remite a algún hecho pasado, donde la misma actitud llevó a algunos a sitiar Jerusalén. Pero en vez de aguardarles la victoria, como ellos creían, les esperó el “pavor” y el sobresalto; miedo “como nunca habían conocido” (v. 5 NTV).
El pueblo de Dios, a diferencia de ellos, estaba confiado. No tenían miedo. Y dice la escritura que fue así “porque Dios esparció los huesos del que puso asedio contra ti”.
Esta figura de esparcir los huesos aparece también en Ezequiel 6:5; 39; Salmos 141:7. Se refiere a la derrota total, la humillación de una derrota tan grande y deshonrosa que no hay quien entierre los huesos de los difuntos.
Y aunque la segunda persona del singular, “los avergonzaste”, se pueda referir únicamente a Israel, el texto reconoce el motivo del éxito: “porque Dios los desechó”. Dios tuvo a bien darles su merecido por su impiedad, y aún más por su desprecio y escarnio contra su persona y autoridad.
Verso 6
En el verso 6 el salmista pide a Dios que esa misma mano poderosa que intervino en el pasado, juzgue ahora la maldad de los hombres. Y en el momento en que Dios acabe con su cautividad, su pueblo, Israel, se alegrará y se gozará.
Me emociona la manera como Dios responde a los ofensivos, a los incrédulos y envalentonados. A menudo nosotros como creyentes nos enfrascamos en discusiones, defendiendo la existencia de Dios, presentando argumentos, y justificando sus acciones.
Pero, por extraño que suene, nosotros somos los primeros que debemos recordar que Dios sí existe, está allá arriba en el cielo, y gobierna con poder sobre los hombres. ¡Porque somos nosotros mismos a veces quienes no confiamos!
Convéncete primero de que Dios sí está a tu lado, y verás que no hace falta discutir demasiado. Dios no necesita defensores; él quiere hijos, seguidores, discípulos.
Encuentra aquí más recursos del salmo 53.