La euforia causada por ganar una batalla es irremediablemente caótica. Los sentidos pierden el control y las emociones predominan en el cuerpo, en este caso, el salmo 76 nos brinda un canto reconocido como «el canto de victoria» del pueblo de Israel ante el imperio Asirio (2 Rey 19:35). Al ser una oda de honra al poderoso Dios de los hebreos, se considera mayoritariamente su entonación en los círculos más humildes de la nación.
Estructura
Sorprende la poca diversidad de opiniones en la composición de este salmo. Prominentes teólogos, al igual que estudiantes de grado, compaginan en la composición de cuatro estrofas en una sola oda, exactamente 3 versículos por copla. Los títulos y subdivisiones varían entre traducciones, estilos editoriales o lugares étnicos. Su autor determinado es Asaf, aunque se explora la posibilidad de ser un descendiente directo o espiritual.
Primera parte: El Poder Guerrero de Dios (vv. 1-3)
El versículo 1 muestra la cercanía de un Dios real con su pueblo. «Dios es conocido en Judá», aunque es poco probable que este salmo fuese escrito después de la separación del reino de Israel y Judá, la escritura original hace alusión referente al mismo territorio en Palestina. Cuando un salmo empieza entonando la relación gratificante entre los creyentes y Dios, es menester asumir la posición victoriosa para dicho pueblo en medio de la batalla.
Uno de los reconocimientos más importantes del Señor se encuentra en el salmo 9:16, donde prima el mismo verbo «conocer» en el contexto de juicio divino. De esta manera afrontamos el conocimiento del salmo 76 con la misma idea, el Todopoderoso haciendo juicio benefactor a su pueblo.
Con respecto a la ciudad de Salem, en el versículo 2, se arguye a uno de los nombres más antiguos de Jerusalén, su significado «lugar de paz» nos transporta al momento cuando el rey de Salem, Melquisedec, le sirvió pan y vino a Abrahám (Gén 14:18). El versículo 3 refuerza esta idea, exhaltando el fin de las guerras como atributo de Dios (Sal 46:9).
Segunda parte: La desolación enemiga (vv. 4-6)
La hermosura de la naturaleza encaminaba los pensamientos del salmista. Atrayendo nuestra atención a los montes de caza, los cuales posiblemente eran lugares para realizar lazares y momentos de ladronismo. Por encima de cada aspecto, la inmensidad eterna de la montaña es diminuta ante la presencia y resplandor del Creador.
En esta parte es donde se agudiza el planteamiento de la derrota asiria, siendo que, arremete contra los campos enemigos sin alentar intervención humana. Con la llana reprensión de Jehová los mejores jinetes y caballos son detenidos. Uno de los proverbios de Salomón contiene en palabras más concernientes el uso de los caballos cuando nos encontramos del lado que puede vencer, sólo si la preparación humana reside en la plena confianza en Dios: «El caballo se alista para la batalla, pero el Señor da la victoria».
Si has tenido la oportunidad de estar cerca de un caballo cuando va corriendo, probablemente sentirás el cruzar de un fuerte viento por la espalda. Todo el coraje y fuerza estremece hasta al más bravo hombre, ahora vamos a añadirle una armadura de hierro con púas, grandes y filosas. Yendo a más de 80 km/h a tu posición ¿podríamos frenarlo? Quizá esquivarlo, pero vencerlo sería un milagro. Si, de la misma forma todos los preparativos militares asirios fueron demolidos por una intervención divina.
Tercera parte: El Carácter de Juicio Divino (vv. 7-9)
Nuevamente el mayor conocimiento de Dios por parte de su pueblo es su justicia, comenzando desde el verso 9, obtenemos la figura de un tribunal en el cual Dios es juez, la condena es especialmente diferente a las vistas en series o películas de justicia penal en la televisión. Se le atribuye la condena al acechador, no por sus pecados, sino para la salvación de los afligidos. En este orden de ideas, podemos detenernos a considerar la gran maravilla de acciones necesarias para llegar a esta conclusión, una de las principales es contener que si es necesaria una salvación es porque el problema se encuentra presente, en otras palabras, a los «justos» no se les libra de problemas, más bien, se da conocer el carácter de Dios cuando la resolución llega después de un justo juicio.
El octavo versículo es el anuncio del juicio venidero y confronta las fuerzas naturales de la tierra a quedarse en shock. Así como Jesús calló las tempestades, estremeció higueras, sacó demonios, de igual forma cuando anuncia la sentencia de los injustos todos permanecen en quietud esperando el veredicto final. Muestra que una de las más grandes virtudes del cristiano es saber lo terrible que puede ser Dios. En el texto, el verso 7 en la versión NBL (Nueva Biblia Latinoamérica) traduce: «Tú, sólo Tú, has de ser temido;… ». El sentido hace bastante referencia a ser adorado, venerado y glorificado. El estruendo de su voz en Job 37:2, es también traducido como la voz temible del Señor. Por ende, la temibilidad de Dios corresponde a su inmenso poder, cuando habla, o se levanta de su trono para pronunciar juicio ante la tierra y sus moradores.
Cuarta Parte: La Adoración Genuina por la Victoria
Habiendo reconocido el porqué de su victoria, dejando la gloria al poderoso guerrero invisible pero de carácter palpable para todo aquel que desee conocerlo, queda la adoración y la respuesta a su situación pasada de penuria.
El verso 10 contesta de forma breve a una de las incógnitas más debatidas por el hombre: ¿Por qué sufren los justos? Sin duda, el Señor respeta nuestras decisiones, incluso cuando ellas hacen daño a un inocente, pero que las respete no significa que las acepte (como podemos observar hay un juicio por tal accionar). De tal forma se argumenta la salvación del sufrido porque Dios «reprime el resto de iras», para demostrar alabanza a su Nombre.
Se devuelve en forma de gratitud presentes admitidos por la liturgia hebrea-judía de la época. Se hace un llamado al pueblo de llevar lo mejor al Señor. Mucho se debate sobre este tipo de ofrendas, al revisar Salmos 22:25 relacionamos los presentes con cantos de adoración, los sacrificios pautados en el desierto y las ofrendas dadas de manera particular por cada ciudadano. El templo de Jerusalén era –para algunos sigue siendo– el lugar con mayor nivel de santidad en la tierra, sin ser el templo original, mantiene la esencia de lo que fue, actualmente. Sin embargo, los reyes van y llevan dones a él por quien se encuentra y se adora allí, no por el lugar en sí (Sal 68:29) con razón, el salmista concluye este versículo 11 con: «…al que debe ser venerado», para fortalecer la relación íntima con Dios y sus hijos.
Concluye con la afirmación dada unos cuantos siglos posteriores en Daniel 2:21 «…quita reyes, y pone reyes…», rige con brazo fuerte a los letrados de la tierra y sus dirigentes, trata con amor y mansedumbre a quien lo veneran y obedecen.
Reflexión Final
De forma escueta se cuenta que este salmo fue el cántico entonado por los ingleses después de la derrota española. Más conocida es su supuesta cantata en 1679 en Claverhouse por los calvinistas escoceses. Haya sido real o no, para nosotros es encomiable recordar las hazañas de Dios por su pueblo y saber que Él mismo actuará con nosotros de igual forma, de ser necesario. Que podamos decir: «Dios es conocido en mi corazón, en mi casa es grande su Nombre»