Era un terminal de autobús muy concurrido, me encontraba abrumado por el sol, el olor a gasolina, la poca agua que había consumido y el hambre del mediodía comenzaba a subir el telón. Iba para la universidad, eran unas cinco horas en carretera haciendo un trasbordo en aquella pequeña ciudad empresarial. Llegué, y aunque no era mi primera vez, siempre ocurría algo inesperado.
Hice la fila, pagué mi pasaje, me monté en el autobús y pasó se encontró el suceso inesperado con el hecho esperado. Debía antes de montarme en el bus hacer una llamada a mi madre, tenía un paquete esperándome en el terminal, por el agobio se me pasó por alto, pero tampoco quería bajarme. Estaba en la cocina del bus, así se le conoce dónde están los últimos puestos para pasajeros, por ende, salir de allí iba sería un dilema de insultos, empujones y disgustos al público, pero tenía un plan.
Saqué mi celular para llamar a mi mamá, ella le avisaría a la persona del paquete que entrara al terminal y me diera el recado por la ventanilla. En mi mente todo era perfecto, sencillo, ya estaba listo. Más equivocado no podía estar. Todas las veces en dicho terminal la señal móvil funcionaba de maravilla, hasta mejor que en mi ciudad natal, sin embargo fue todo lo contrario ¡Justamente en esta ocasión! Me puse ansioso, reinicié el celular, sacaba el chip de su carátula, volvía nuevamente a insertarlo, nada funcionaba.
Quedaban alrededor de cinco puestos para arrancar el bus y como un destello de sabiduría llegó a mi mente, para impresionarme por completo. ¿Dios no te podrá ayudar? Por supuesto que puede, pensé. Olvidándome de todo lo exterior, bajé la cabeza y oré:
«Señor, necesito recibir este paquete y no quiero bajarme del bus. Si tienes un plan para mí, muéstramelo, si tengo que dejar el paquete que así sea, si debo bajarme dame la fuerza de voluntad para hacerlo… Señor, nada de esto es lo que mi corazón ruega, pero más grandes son tus designios y tu voluntad…»
Estaría bien dejar la oración hasta allí, concluir la historia de cómo el Señor me otorgó la paz necesaria para quedarme sentado o quizá la valentía de atropellar a todos los pasajeros para poder salir. Seguí orando:
«… Pero Dios, te pido un milagro. Nada, nada, es que nada es para ti darme la señal necesaria para llamar a mi mamá y que la persona traiga ese paquete. Se me olvidó, lo siento, pero ayúdame…»
Deseaba que eso pasara, no obstante tampoco quería ser osado en asumir un rol donde Dios debía hacer lo que yo le decía. Algo me llevó a decir con una seguridad de un hijo pidiéndole permiso para salir a su papá:
«… Si prendo el celular y tiene señal, me voy a la universidad a estudiar la carrera que Tú me coloques, si enciendo el celular y no tiene señal, me voy para la casa y dejo hasta aquí el inicio de esta carrera. Amén.»
No invito a nadie a realizar tales oraciones a Dios, posiblemente puedo culpar a la furia del momento, ira, desasosiego. No, lo que quería era escuchar la voz de Dios en ese momento. Toda mi vida he pensado que es real, he oído testimonios, sabía (y todavía estoy totalmente seguro) que me cuida de muchos males que ni siquiera me imagino, entonces ¿No podría contestarme una pregunta muy sencilla? Espere atento.
Mientras encendía el celular, cerré los ojos, esperé unos segundos para que la pantalla arrancara con todas las señales de vida posibles. En ese momento la señal no llegaba, había tomado una decisión, bajarme del bus era mi principal misión ahora, en eso sonó el tono de un mensaje, incluso pensé que fue el celular del pasajero de al lado, pero no, era el mío. Recibí el paquete, cuando volví a mi casa se lo di a mi mamá y llegué a la universidad seguro del llamado que Dios me hizo.
El salmo 86 me arropó con esta experiencia, la estudiaremos con simpleza, a la vez que profundidad. No es para menos, siendo el único salmo del tercer libro del salterio reconocido como escrito por David.
Falta de estructura
Si tomara dos versículos al azar de al menos ocho capítulos y un versículo adicional, podría tomarse como en el salmo 86. Meramente dividido por peticiones y alabanzas puede confundir su escritura al más ávido lector. Leerlo por primera vez atraerá a la mente oraciones puntuales del texto que captan la atención, pero difícilmente una estructura establecida para estudiar.
Un factor propicio para establecer una estructura pudiera ser el uso de la palabra Adonay, no obstante, limitaría en gran medida los versículos como el primero y el segundo, donde no se encuentra este término. Se limita a sólo siete veces en todo el capítulo sin una relación clara entre cada aparición. Por tanto, en busca de la comprensión objetiva se clasificará en cápsulas comprensibles.
1-5
Como en toda petición menesterosa, hay un pedido de escucha del alma. Con suma humildad ruega para que Dios coloque su sentido auditivo a su corazón, lo pide porque necesita ser escuchado y sabe que su Padre no negará esa realidad Nosotros que ya sabemos de la venida de Cristo y su sufrimiento ¿pondremos en duda su comprensión?
David estaba seguro de ser escuchado, ahora venía lo más complicado: la petición. «Guarda mi vida…» Si estaba en peligro de muerte directamente será un misterio, pero el abrumador momento de su vida es incuestionable, de hecho, coloca su piedad en frente del Señor. Estas palabras no reflejan un corazón orgulloso buscando su propia salvación ensimismado, sino la correcta postura de un hijo que ha sido obediente, cual espera la benefactora voluntad de su Padre.
¿Cuántas horas has pasado pidiendo algo al Señor? Ya sea material, salud física o salir de algún problema ¿Podrías decir: te he rogado todo el día? A ciencia cierta es difícil pensarlo literalmente, por tal motivo la escritura poética es rica y la mejor forma humana de expresar con hipérboles nuestras emociones y acciones. David sentía un espíritu de clamor constante en todo lo que hacía a Dios, ese era su mayor afianzo para sentir el cuidado del Todopoderoso, su comunión constante con Él, dando por hecho una relación de comunicación (clamor, ruego, pregunta, duda – respuesta).
Entrando en el versículo cinco dilucidamos un aspecto importante de las peticiones, su basamento en quien es Dios y no en quien las pide. Cualquier ruego se hace porque se entiende a Dios como tan poderoso, pero a la misma vez tan cerca que brindó nuestra salvación inmerecida en otras palabras ¡Le importas a Dios! Su naturaleza perdonadora no permite que pases por alto en sus pensamientos, te tenía en cuenta. Por eso David después de invocar su nombre, nos muestra que conoce a Dios, un hecho fundamental en la vida de todo cristiano.
6-10
Como los puntos de este salmo son repetitivos hemos de extraer la importancia de cada punto por separado. Por ejemplo, el verso seis vuelve a rogar a Dios para que escuche su ruego, revela un desespero por parte del creyente. Pudiéramos cuestionar de inapropiado tan vago recalco. A ciencia cierta es necesario notar la inferencia de dicha repetición.
Si leemos el verso siete «En el día de mi angustia te invoco, porque tú me respondes» gracias al verso seis este versículo tiene un significado diferente. Ya el verso siete no es un ruego para ver si Dios desea escucharme, para nada, es la confirmación absoluta del Señor oyendo a su siervo. ¿Cómo el salmista sabe con tanta seguridad que su comunicación es efectiva? Por el testimonio «… porque tú me respondes» Orar es bidireccional, si Dios guarda silencio, algo tiene que enseñar o algo debemos aprender a oír.
La diferenciación de Jehová a otros dioses mitológicos es abrumadora. No podemos extendernos el tema en este artículo, no obstante, el salmista reconoce la superioridad o única existencia de Dios por encima de cualquier otro dios adorado en otras tierras. Hace eco profético del destino final de todas las naciones que se sumaron a la causa de la verdadera adoración, aceptando la importancia de adorar correctamente y conociendo a quien realmente ha de ser adorado.
La última frase «¡Solo tú eres Dios!» estremece a más de una religión politeísta o bien, monoteísta con base en otras creencias. No hay un sentido de superioridad humana por tener al Dios verdadero de nuestro lado, al contrario, es Dios quien nos escogió permitiéndonos estar de su lado. No tenía que aceptar a David después de su pecado, ni a Moisés, ni Adán, pero lo hizo. David lo entendía y se aferró al único Dios que no castiga por falta de adoración de manera subordinada, sino para comprender su amor.
11-17
Los versos del 11 al 13 tienen una entonación casi como el coro de una canción popular actual. No hay una conclusión exacta como en otros salmos. El verso once limita nuestra capacidad como conocedores de la verdad divina, postrándonos ante Dios con la seguridad de aprender a andar en sus caminos. Siendo exactos, los caminos del Señor son presentados por Él, cada ser humano que imparte sabiduría de su Palabra es un instrumento, en cada caso, la entrega del corazón solamente puede darse a Dios, siendo el Único capaz de transformar una vida.
La respuesta inequívoca de esta entrega es la alabanza genuina, el verso doce nos lo enseña, aunque más relevante es la razón de la adoración. El amor de Dios resulta tan grande, inmenso y hermoso que es correspondido con la adoración como respuesta. El salmista no tarda en escribir las hazañas del Señor en su vida, haciendo uso de la hipérbole nombra al seol como un lugar profundo y oscuro de donde Dios no permitió que cayera.
Existen personajes antagónicos en prácticamente cualquier serie televisiva o rubro audiovisual actual. En la vida también hay enemigos, algunos más fuertes que otros, en este caso posiblemente estamos tratando con un país o nación enemigo, posiblemente mucho mejor equipado militarmente, no obstante la diferencia radica en la presencia innegable de Dios con su pueblo, lo cual no tiene en cuenta el adversario.
Antes de concluir, en el verso 15 adopta nuevamente el carácter de Dios como la única forma correcta de abordar los asuntos tan complicados como la defensa humana ante su prójimo. Asume su necesidad de aceptar su negligencia, dejando la defensa y la gloria en manos de Aquél que puede resolver las cosas de forma infinita.
Existen muchas referencias a las oraciones de una madre. Aquí, David hace una alusión concreta al valor de la sierva de Dios. El último versículo es un pedido, una señal. El amor de Dios se expresa, Él lo hace mejor que cualquier pareja expresándose profundo aprecio y cariño. Todavía el salmista le pide la relevancia de su señal para con sus enemigos. La total capacidad de sumisión posible es abordada en este salmo, no se necesitan palabras enormes o difíciles para percibir el pedido que hizo David. Necesitaba de Dios, como tu y yo podemos necesitarlo hoy también.