Las bodas de la realeza siempre se cuentan entre las ceremonias más vistas si sumamos las grandes multitudes que se reúnen en los alrededores del recinto escogido, y la audiencia que se sienta frente a un televisor para ver la transmisión.
Y otra característica común, junto a las grandes audiencias, es también la inevitable opulencia de estas ocasiones.
En una oportunidad tocamos el tema de la boda de la reina Isabel con el príncipe Felipe. Ahora le toca el turno a la que fuera calificada de “la boda del siglo (XX)”.
Para mediados de la década del 50 el principado de Mónaco se encontraba en grave peligro de perder su independencia y ser absorbido por los franceses. El príncipe Rainiero de Mónaco, quien ostentaba este cargo desde 1949, no se había casado aún a la edad de 32 años, y estaba urgido de contraer nupcias y tener descendencia.
Del otro lado del Atlántico provenía una joven actriz de 26 años, con un pasado bastante turbulento, tildada a veces de “destrozamatrimonios”, hija de una familia muy pudiente, y galardonada con un premio óscar.
En 1955 ella estuvo rodando Atrapa a un ladrón en el principado de Mónaco con Hitchcock como director. Durante su estancia allí su belleza cautivó a Rainiero y éste convenció al periodista Match Pierre Galante de presentarle a la actriz Grace Kelly.
Así inició una relación que se consumaría finalmente un año después, el 19 de abril de 1956. Este hecho fue decisivo para el “renacimiento” de Mónaco como principado, y así Rainiero llegó a ser conocido como el “príncipe constructor”.
El matrimonio fue uno de los más grandes eventos del siglo, con una audiencia de poco más de 30 millones de personas, y varios millones de dólares invertidos.
Esta historia demuestra varios puntos importantes. 1) A muchas personas nos gustan las bodas. 2) Una boda puede convertirse en un momento decisivo, no solamente para la vida un par de personas, ¡también para una nación!
Te advierto que si no te identificas con el punto 1 quizás no debas leer este artículo, porque el Salmo 45 es, en esencia, una boda.
¿Qué significa el Salmo 45?
El Salmo 45 califica entre el grupo de los Salmos “peculiares” del salterio, por carecer de la mayoría de los elementos o temas comunes que conectan a muchos de los salmos. En este caso nos encontramos con un poema enmarcado en una ceremonia de bodas.
Uno de los primeros elementos peculiares que encontramos es la presencia tan indisimulada del poeta en el verso 1, donde este mismo anuncia su labor. Lo consideramos una especie de exordio de la pieza. El salmista, inspirado, canta y escribe una pieza para honrar al rey y a la princesa en el día de su unión.
En segundo lugar, es cierto que los salmos 21, 72, incluso el 110 van dirigidos al rey, pero los “salmos reales” no dejan de ser salmos poco comunes dentro del salterio.
En tercer lugar, ¿has leído alguna porción bíblica que se dedique a la novia de uno de los reyes? En este aspecto el Salmo es inédito. Ningún texto en el salterio (y son muy pocos en la Biblia) se enfoca en la persona de la reina, y mucho menos de la todavía “novia” del rey.
El salmo termina describiendo la entrada de la novia a la presencia del rey, acompañada de sus damas de honor. Todo esto es bastante emocionante, y carece de un paralelo al menos cercano en la literatura bíblica.
Y debemos sumar, por supuesto, el elemento mesiánico del Salmo, que también aporta lo suyo a la riqueza de esta composición. Algunos han dicho que todo el Salmo es mesiánico, pero el Nuevo Testamento solo aplica directamente a Cristo los versos 6 y 7 en Hebreos 1:8-9. Sin embargo, si sumamos la relación de la imagen de novio-novia para Cristo-iglesia, la posición cobra fuerza.
Pero nos conviene aplicar a Jesús solamente lo que ya el NT ha aplicado. Recordemos que cada Salmo tiene su intención y trasfondo originales, y que es común que en la literatura antigua los pueblos (especialmente Israel) se dirigieran a sus reyes como personajes de mucha estima y honor. Lo que cualquier lector cristiano podría interpretar como alusiones mesiánicas.
Dicho esto, observemos el sobreescrito del Salmo. Es largo, e introduce al menos dos frases que no habíamos visto antes: “cántico de amor”, “sobre Lirios”. “Masquil de los hijos de Coré” ya lo hemos comentado en el sobreescrito del Salmo 42.
La referencia a los “lirios”, este Salmo la comparte con el Salmo 69. Y parece indicar una clase específica de melodía que acompañaría la letra al ser interpretada la pieza. Otros han dicho que el término hebreo shoshannim podría referirse a una “melodía sobre las seis cuerdas”.
“Cántico de amor” describiría el propósito del poema: una canción de bodas.
Hablemos ahora de la estructura del texto. En los extremos tenemos dos declaraciones del poeta a manera de inclusión: exordio y epílogo del escrito. En medio tenemos una primera sección que exalta la figura del rey, seguida de una invitación a la novia a aceptar el compromiso, y una corta descripción de la ceremonia.
La distribución queda de la siguiente manera:
Introducción del poeta (v. 1)
La persona del rey (vv. 1-9)
Consejo a la novia (vv. 10- 12)
La ceremonia (vv. 13-15)
Bendición (v. 16)
Conclusión del poeta (v. 17)
Un detalle que no quisiéramos pasar por alto antes de proseguir al comentario es la mención de la reina que ocupa la diestra del rey en el verso 9. ¿De quién se trata?
Las escrituras del AT asignan muy a menudo un papel más predominante a la reina madre del rey que a la esposa del rey; sencillamente porque las esposas del rey pueden ser plurales, y parece no haber sido común elegir a una de ellas como reina por encima de las otras. De
Algunos textos que evidencian el papel predominante de la reina madre en la monarquía israelita son 1 Reyes 2:19, 1 Reyes 15:13, 2 Reyes 12:2, 10:13, 24:12, 25, 9:22. Por tal motivo afirmamos que la reina posicionada a la derecha del rey (y que conservará su título) es la madre de éste [Alonso Shokel, 637].
Explicación del texto
Verso 1
Acabas de escuchar la noticia. Tu querido rey está por contraer matrimonio, y tú eres un poeta habilidoso, apasionado del amor y el arte. ¿Cuál sería tu primera reacción instintiva? Las palabras y los versos comienzan a fluir en tu cabeza; te impelen a componer un “cántico de amor”.
Algo semejante a eso le estaba sucediendo al poeta que compone el Salmo 45. Él dice: “Hermosas palabras conmueven mi corazón; por eso recitaré un bello poema acerca del rey”.
La palabra hebrea que se traduce aquí por “conmueven” es una palabra de uso único en el AT. Su traducción más literal es agitar, sacudir. Por lo tanto, la imagen que el salmista desea transmitir es la de una verdadera intranquilidad debido a las palabras que brotan en su corazón. Le agitan, le sacuden, le conmueven a escribir.
De tal manera que el verso 1 define el motivo, la forma y el sujeto de su poema. El motivo es la vibrante inspiración. La forma es con gran velocidad y ligereza, pues dice que su lengua se mueve como la pluma de un ligero escribano. Y el sujeto de su canto es, por supuesto, el rey.
Versos 2 al 5
La segunda sección despierta en loores y alabanzas al rey. Primeramente el poeta habla de él como el hombre más apuesto de entre los hijos de los hombres: “Eres el más hermoso”. Habla también de su privilegiado don del habla: “la gracia se derramó en tus labios”, como evidencias de que sobre él reposa la bendición de Dios.
Un rey bendecido por el Señor con una envidiable apariencia física, y una delicada gracia al hablar. ¿Será eso suficiente para la princesa? Umm… conociendo a las mujeres…
Pero todavía no es todo. El poeta habla de este rey como un poderoso guerrero, valiente, que se ciñe su espada. Es glorioso, es majestuoso, imponente en su presencia. Un rey del cual todo su pueblo se siente orgulloso.
Un hombre que cabalga (como símbolo de los emblemas de su gobierno) en la verdad, humildad y justicia. Su gobierno no es arrogante ni déspota. Reina conforme a la ley de Dios, y por ello avanza sin temor hacia la victoria, es prosperado y realiza obras imponentes.
El verso 3 muestra al rey ciñéndose su espada. El verso 4 le ve cabalgando. El verso 5 ahora nos lleva al desenlace de la victoria, cuando con sus saetas afiladas dispara a los corazones de sus enemigos, y somete pueblos debajo de sí. Su triunfo es total, y así lo muestra el cuadro.
¡Qué rey este! Sin duda alguna, todo pueblo añoraría ser gobernado por un rey así. Y estas palabras de alabanza definitivamente serían recibidas con gran agrado en un contexto tan solemne como la boda real.
Quisiera que notes la gran estima con la cual el pueblo consideraba a sus monarcas; pues esto es importante al analizar cómo la perspectiva profética del Mesías rey brindaba autoridad y majestad a la figura del rey temporal.
Versos 6 y 7
Estos son por mucho los versos más intrigantes del Salmo. Por la construcción de la oración es evidente que el sujeto sigue siendo el rey.
“Tu trono, oh Dios, permanece por siempre y para siempre; tú gobiernas con cetro de justicia”.
Los versos 2 al 5 se han dirigido al rey en segunda persona, y el verso 4 le muestra cabalgando en “justicia”. El verso 6 está también en segunda persona, y se dice que el rey gobierna con cetro de justicia. Las conexiones son innegables, y por ende es imposible cambiar el sentido del verso más que tratarse de un predicado descriptivo del rey.
La cuestión entonces es: ¿qué se está diciendo?
El problema del texto es que el poeta llama al rey “Dios” (elohim). Alguien podría comparar el uso de elohim aquí con el sentido que le hemos dado en Salmos 82: 1, por ejemplo.
El problema de esta comparación es que el contexto de 82:1 le atribuye un significado plural. Aquí, es claramente singular. Por esa razón, el sentido es “Dios” y no “dioses”.
¿Entonces se llama al rey “Dios”? Según Hebreos 1:8-9 sí. Pero allí el autor aplica este texto en clave mesiánica. Y solamente esta explicación ‒que se trata de Cristo‒ hace justicia al sentido llano del texto.
Sin embargo, si procuramos configurar una interpretación más adecuada al propio contexto local, y no escatológica, podríamos decir que el texto se refiere a la autoridad divina para reinar, dada al linaje de David (1 Crónicas 28:5). Por tanto, una manera de entender el texto sería “tu trono, dado por Dios”.
El rey ha salido a la batalla y ha regresado victorioso; ahora se sienta una vez más seguro sobre su trono afirmado y establecido por las edades.
Pero es seguro que el texto va mucho más allá de eso. Hebreos lo plantea como una declaración del Dios Padre, que se dirige al Hijo delante de la multitud de ángeles, y declara su legítima autoridad para gobernar el universo por la eternidad.
El verso 7 añade todavía más tensión al asunto, con una fórmula extraña que las versiones han traducido “te ungió Dios, el Dios tuyo”. Pero la doble mención de “Dios” da más pie todavía a la interpretación mesiánica del pasaje.
Bien se ha dicho que el pasaje pudiese ser traducido “oh Dios, tu Dios”. Infiriéndose así el estatus divino del que unge, y también del que es ungido. Esta es la interpretación que hace Hebreos 1:9.
Sin embargo, en un ámbito local tendríamos que entenderlo así como la Reina Valera 1960: “Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo”.
El salmista alaba los dichosos principios morales que rigen la propia vida del rey, y que abarcan también su sistema de gobierno: amar la justicia y odiar la maldad. Por esa razón, Dios le ungió (mashaj). Sabemos que la costumbre hebrea era ungir al rey con aceite antes que este comenzase a desempeñarse como tal (ej. 1 Samuel 16).
Pero esta referencia también encaja con Jesús, quien fue ungido por Dios con el Espíritu Santo (Hechos 10:38).
Versos 8 y 9
Los últimos versículos de la sección dedicada al rey destacan su porte en tiempos de paz. Su manto perfumado por las esencias más delicadas, recreándose con música de cuerdas en su palacio de marfil.
El verso 9 pareciera trasladarnos por anticipado a la escena del matrimonio. Con las lindas jóvenes de la realeza como cortejo, y la reina madre a su mano derecha vestida y adornada con el oro más fino (1 Reyes 9:28).
Versos 10 al 12
En estos 3 versículos el poeta se dirige a la novia, a quien aconseja llamándola “hija”. Es probable que debamos asociar este término con las “hijas de reyes” del verso 9. Por ende, esta joven también es miembro de la realeza.
El poeta le pide que atienda a sus palabras. Y a continuación le aconseja que se olvide de su pueblo, y de la casa de su padre.
Este consejo podría tener dos significados principales: 1) si la muchacha fuera de otra nación, el consejo implicaría cortar con las costumbres y tradiciones propias del lugar de donde proviene, a fin de aceptar la fe y las costumbres de Israel. 2) Estas palabras podrían implicar una entrega total al rey, abandonando toda relación que pudiese interferir con su compromiso.
Una interpretación de este texto en clave mesiánica, novio-novia/Cristo-iglesia, nos hablaría del abandono que la iglesia debe hacer del mundo, su vida y relaciones antiguas, para seguir a Jesús con toda el alma.
Esa entrega resultaría en un deseo acrecentado de parte del rey. Le aconseja una actitud de respeto y sumisión. Y en el verso 13 destaca la honra y loores que seguirán a su dignidad real.
Versos 13 al 16
A partir del verso 13 el poeta relata la llegada de la novia a la ceremonia. Gloriosa, ataviada de un vestido dorado, sale de su morada acompañada de sus damas de honor para ser llevada ante el rey. Así entra al palacio una procesión entusiasta, rebosante de alegría y gozo, a contemplar cómo es consumada esta unión.
Entonces el poeta abandona la escena, y terminan aquí las palabras dirigidas a la novia. Ahora pronuncia una bendición sobre el matrimonio, pero con énfasis en la persona del rey:
“tus hijos se convertirán en reyes como su padre; los harás gobernantes de muchas tierras. Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones, por lo cual te alabarán los pueblos” (v. 16).
Este versículo vuelve a colocar al rey en un plano de alabanza perpetua. Y pareciera fundirse con la imagen mesiánica del Salmo. Pues, en algún momento el rey morirá; pero Jesús, aquel que gobierna el universo, sí será honrado por todas las naciones, y alabado “por siempre y para siempre”.
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