explicación del salmo 14 nube de palabras

Día a día la violencia aumentaba. Todas las mañanas se escuchaban nuevas noticias de actos obscenos cometidos por hombres y mujeres; cada vez mayor vileza, mayor rebeldía, mayor disipación, mayor corrupción…

Y la gente se encontraba en un estado tal de depravación que aquellos que escuchaban las aberrantes nuevas se reían y gozaban con ellas

Encontrar a una sola persona recta en medio de toda la muchedumbre rebelde era una tarea titánica, casi como hallar una aguja en un pajar. La fidelidad, la integridad y la castidad eran cuentos del pasado, que se enseñaban en las escuelas a la par de los mitos y leyendas.

Se podría decir que desde muy jóvenes los pensamientos, las intenciones e inclinaciones de los seres humanos tendían por completo al mal.

Esa fue la condición que observó Dios en la Tierra escasos siglos después que su boca hubiere pronunciado las palabras: “Es bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Mas ahora, el pecado, cual plaga mortal, había corrompido al hombre a tal punto que la rectitud se convirtió en un producto en la tienda de “antigüedades”.

Aunque Pablo cita las palabras del Salmo 14 en Romanos 3:10-12 para sostener su argumento en cuanto al estado de perdición de todos los seres humanos, incluidos judíos y gentiles; es también cierto que el Salmo no está diciendo que absolutamente todos los seres humanos se hallan en un estado de abierta rebeldía contra Dios.

Pues, aún en un tiempo en el cual la maldad y el pecado reinaban a conveniencia en el mundo, todavía había un hombre que permanecía fiel a Dios.

Una canción lo dice mucho mejor que yo:

Me duele el corazón haber creado al hombre
Pues piensan solamente en hacer mal
Pretenden olvidarme, negar que yo existo
Se gozan en su gran perversidad
No escuchan, ya no entienden, no respetan el vivir
La justicia es pisoteada frente a mí
Y el sagrado matrimonio que una vez les di
Lo han convertido en una aberración

Es tanta la maldad no puedo más sufrirlo
El tiempo de mi gracia terminó
Mi espíritu no contenderá para siempre
Raeré de su existencia mi creación
Mas una luz aun brilla y la puedo distinguir
Hay alguien que camina junto a mí
Que obedece mis palabras, que me ama aun
A él salvación le daré:
Noé…

La inmensa mayoría ha escogido y escogerá el rumbo opuesto al de Dios, es cierto; pero siempre hay un pequeño remanente fiel. Es necesario que esto quede claro antes de proceder en el estudio de un Salmo tan enfático en cuanto a la humana condición pecaminosa.

Salmo 14

Una segunda lectura de este Salmo hace surgir un par de preguntas que, aunque ameritan respuestas puntuales, no son nada fáciles de brindar.

Detengámonos primeramente en el sobre escrito. La tradición hebrea coloca a David como autor de este Salmo, y pocos detalles nos invitarían a cuestionar tal proposición, hasta que nos encontramos con el verso 7. Este verso es una súplica no dirigida, casi en tono de añoranza, que se refiere al regreso de los “cautivos de su pueblo”.

Esto despierta una serie de interrogantes: 1) ¿El Salmo tuvo su origen durante el exilio? (605 a.C – 539 a.C); 2) si es así, ¿cómo pudo ser David su autor?; 3) si David es el autor, ¿a qué se refiere ese versículo?; 4) ¿Pudo ser un añadido posterior?; 5) ¿O habla de otra clase de “cautividad”, quizás en términos simbólicos, como refiriéndose a períodos de decadencia espiritual o social dentro del pueblo?

De las respuestas a estas preguntas depende otra cuestión muy importante: el plano temático del Salmo. Es decir, la composición se basa en un estudio de muestra donde se concluye que, basándose en una visión panorámica universal de la raza humana (similar a Salmos 33:13-14), no se halla nadie que haga lo bueno, nadie que busque a Dios.

Pero la cuestión es que a partir del verso 4 es evidente que esta conclusión universal y totalitaria no es tan propiamente dicha, puesto que aparece un grupo de personas que sí buscan a Dios y le son fieles. Dios les llama “mi pueblo” (v. 4), el salmista les denomina “generación de los justos” (v. 5), y en el verso 6 son los “pobres” que han puesto en Jehová su esperanza.

Esto implica que si colocamos el Salmo en tiempos del exilio y aceptamos el verso 7 como parte del Salmo y con su significado más literal, podríamos entonces concluir que los dos grupos de personas se tratan de: 1) los “necios” que no buscan a Dios son los paganos idólatras y más específicamente los babilonios; 2) a la par que el pueblo de Dios, los justos y sensatos son los Judíos en cautividad.

De aceptar esta interpretación, la evaluación universal junto a sus resultados nefastos solo sería aplicable para las naciones que no pertenecen al pacto de Dios. Mientras que el pueblo del pacto está fuera de esta evaluación pesimista (la de los versos 1 al 3). Ellos, a diferencia de aquellos, son considerados sensatos y justos.

Pero si nos decantamos por creer que David es el autor del Salmo, y que el verso 7 es un añadido posterior (o que utiliza un lenguaje no tan literalista), entonces la evaluación universal y nefasta sí podría estar incluyendo al pueblo de Dios, junto a las naciones paganas. Pero de entre él se salva un pequeño remanente que llega entonces a formar la legítima “generación de los justos”.

Podríamos presentar argumentos para cada una de las opciones, pero no es la intención de este artículo. Para efectos de esta explicación y reflexión, nos inclinamos por sostener un panorama universalista de la evaluación, por lo que el Salmo incluye pero no se limita al pueblo de Israel. El vocabulario genérico y sapiencial del Salmo confirma esta posición.

Teniendo esto por conclusión primaria, en consiguiente afirmamos la autoría davídica, la legitimidad original del verso 7, haciendo alusión (en lenguaje mayormente simbólico) a un marco histórico de decadencia y adversidad dentro del pueblo de Israel, e interpretando que los “justos” son el remanente fiel de Israel en un mundo que no invoca a Jehová.

El género del Salmo está caracterizado por una meditación sapiencial, donde el autor primeramente expresa su juicio personal en el verso 1, y luego, en los versos 2 y 3, se coloca en el lugar de los ojos divinos para presentar la evaluación final del Juez de la Tierra.

Posteriormente, en los versos 4 al 6, el género muta a un oráculo profético, advirtiendo de los resultados de ese necio y rebelde proceder descrito, en contraposición con la seguridad que hallan los justos en Jehová. Finalmente, el verso 7, es una conclusión a manera de súplica por la restauración del remanente de Dios.

De forma que la estructura del Salmo podemos dividirla en 3 movimientos: vv. 1-3 (rebeldía generalizada), 4-6 (resultados de la rebeldía), y 7 (súplica de restauración).

El argumento general del Salmo descansa sobre el doble proceder y la doble retribución de los libros sapienciales; pero va más allá de eso, señala la corrupción generalizada de los hijos de los hombres, y la existencia de un remanente fiel, que finalmente será vindicado.

Explicación del texto

Primera estrofa: en la primera estrofa del Salmo escuchamos una sola voz ‒la del autor‒, aunque desde dos perspectivas diferentes. En el primer verso esboza su juicio personal en cuanto a la nefasta condición humana, mientras que en los versos 2 y 3 alude al juicio divino, que confirma lo que él mismo había observado en primera instancia.

Él ve iniquidad y corrupción generalizadas, y luego Dios, desde su estrado celestial, contempla con vista panorámica el mundo entero, y corrupción generalizada es lo único que puede hallar. Aunque lo intenta, no puede encontrar a nadie que haga lo bueno.

El salmista explica un problema de base en la vida humana, del cual se deriva su condición de necedad: ellos dicen en su corazón que “No hay Dios”. ¡Menudo problema!

No es ateísmo declarado a lo que se refiere aquí, pues las naciones paganas y los infieles de Israel creían en Dios, claro que sí, y en muchos dioses en general; pero es en su corazón, en lo íntimo de su mente, donde Dios no era reconocido como tal.

Nosotros podemos afirmar que Dios existe, y sin embargo ser ateos. Pues, al despreciar los principios divinos, al no someternos al gobierno de Dios, al desestimar el juicio del Altísimo, al suponer que él está distante e indiferente, nuestra vida y nuestras acciones estarán orientadas por una filosofía ateísta: no hay rendición de cuentas, y no hay principios morales absolutos.

Tal es el carácter del necio. Su problema no es conocimiento o razonamiento, su problema es ético y moral. Cuando echas a Dios a un lado, entonces es casi imposible que deje de cumplirse el juicio expresado por el salmista: “Se han corrompido, hacen obras despreciables, no hay quien haga lo bueno” (v. 1).

Si no hay Dios, no hay norma moral, y tampoco hay motivación última alguna para seguirla. Esto no quiere decir que no pueda haber ateo profeso con principios, pero su misma existencia demuestra que un boceto de la ley de Dios está grabado en lo íntimo del corazón humano.

Así que David ve que el abandono de la fe en Jehová es la causa del necio proceder de la humanidad. Al haberse olvidado de Dios, al no haberlo tomado en cuenta, han caído en toda clase de corrupciones y obras despreciables.

El juicio personal del autor es corroborado entonces por el juicio del Rey divino. El texto muestra a Dios como asomándose a su balcón celestial y observando atentamente a todos los hijos de los hombres procurando hallar algún “entendido”, que a diferencia del necio, es quien busca a Dios.

Pero su juicio concluye de la misma manera que el salmista: “Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (v. 3). Qué descripción tan deplorable de la condición humana.

Y aun así muchos defienden todavía que el hombre tiene una bondad innata, que él es naturalmente bueno muy en el fondo de su ser. Que solo necesita “encontrarse a sí mismo” para desarrollar el potencial divino que está dentro de sí.

Esto es una vil mentira, y solo hace falta salir a la calle para comprobarlo.

Un vistazo divino a la humanidad le lleva a Dios a concluir que no hay uno solo que cumpla con sus requerimientos. Todos se desviaron del ideal.

Eso nos conduce a la pregunta: ¿realmente el pecado puede ser considerado una serie de actos malos, en desobediencia a la ley de Dios? Si tan limitada es la concepción del pecado, ¿por qué es tan difícil simplemente hacer lo contrario (obedecer)?

Allí entra en escena la presentación de Pablo en Romanos 3, teniendo en perspectiva el capítulo 5. Todos somos pecadores, todos estamos destituidos de la gloria de Dios, todos hemos caído y hemos fallado al ideal, pero esto es gracias a la condición pecaminosa con la cual nacemos. No hay otra explicación que haga justicia a las evidencias.

Nacemos separados de Dios, y por eso le desobedecemos.

Eso quiere decir que en el plano más básico y sustancial (y por eso Pablo cita este pasaje en Romanos 3), Salmos 14:1-3 es nuestra descripción. No hay uno solo en la historia de la humanidad que pueda presentarse delante de Dios con sus propios méritos y salir airoso. Todos somos pecadores, desde Adán en adelante, y por eso la salvación depende únicamente de la gracia divina.

Pero en segundo plano, es cierto que nos corresponde a nosotros decidir si queremos permanecer en abierta rebeldía contra el cielo o escoger alinearnos con los principios de Dios.

Es por esta razón que aunque en primer plano la nefasta descripción de los versos 1 al 3 nos alcanza a todos, en segundo plano no es así. Pues, somos pecadores, es cierto; mas Dios nos ha devuelto la libertad de decidir el bando al que queremos pertenecer.

Segunda estrofa: entonces se escucha la voz de Dios con una pregunta tajante. ¿Acaso no razonan? ¿No tienen discernimiento? Imagino que todos los que viven cometiendo maldad y devorando a mi pueblo sin remordimiento, es porque no piensan.

¡Verdaderamente no hay otra explicación! Por eso el Salmo les llama “necios”, en oposición a los “entendidos” o sensatos. Porque es cuestión de tener dos dedos de frente. ¿Cómo podemos andar por allí haciendo el mal en la vida, dándole la espalda a Dios, y aun así suponer que nos irá bien?

No hay otra razón congruente: El que no invoca a Jehová es porque no discierne. Es un necio, en todo el sentido de la palabra.

La pregunta de Dios sugiere que su pueblo estaba siendo oprimido y perseguido. ¿Acaso no es una consecuencia natural de la necedad y la rebeldía contra Dios el “devorar” a los que procuran hacer las cosas bien?

Los consideran como “pobres” e indefensos y por eso se burlan de ellos, pero nada menos que Jehová es su esperanza (v. 6, 142:5).

Naturalmente aquellos que no temen a Dios siempre buscan afligir a los fieles, esto está demasiado atestiguado en las escrituras. Pero el desenlace de la historia muestra que mientras que esta “generación de justos” tiene a Dios de su lado, aquellos necios y corruptos temblarán de espanto delante del Señor (v. 5).

Aunque la gran mayoría de los seres humanos abandonen a Dios y elijan desviarse por un camino de injusticia y perversidad, el pequeño remanente de Dios tiene la preciosa seguridad del favor del Cielo. Y por más que en esta tierra le toque atravesar por momentos de duras pruebas y dolor, la esperanza que está puesta en Jehová jamás defrauda.

El sensato, el que busca a Dios y le obedece, el que discierne cuál es el rumbo correcto, ese puede saber que el Juez del universo no le ha pasado por alto. Por más generalizada que sea la maldad Dios sabe quién es su pueblo, Dios sabe con certeza quiénes son los suyos. Porque en cada período de la historia, Dios siempre ha tenido sus fieles representantes delante del mundo.

Tercera estrofa: la humanidad en general se ha olvidado de Dios, le han dado la espalda, y aunque profesen creer en él nominalmente, han pisoteado sus principios. La desobediencia les ha llevado a una vida de corrupción y maldad, incluso oprimiendo al pueblo fiel de Dios y burlándose de su lealtad.

Dios ha evaluado la condición de ellos y declara que el ser humano se ha corrompido por completo. Pero entre ellos hay un grupo que persevera en obediencia a Dios y sus principios, el pueblo del Señor.

El Juez esboza cuáles serán los resultados finales de su evaluación, y se muestra leal a sus hijos fieles, a la vez que advierte el final espantoso de los desobedientes.

Todo está servido para que el Salmo culmine con una súplica que añora el momento cuando Dios restaure a su pueblo que padece por causa de la necia desobediencia y la opresión humana.

Sión, como tipo frecuente de la morada de Dios, es el lugar desde el cual se espera la salvación de este remanente de Dios, Israel. Entonces Jehová hará volver la cautividad y el sufrimiento de su pueblo, y las burlas de sus enemigos se tornarán en gozo y alegría.

En el Salmo, la perspectiva universal se reduce hasta enfocar a los fieles de Dios.

El Nuevo Testamento dice que nosotros también podemos ser injertados hoy al Israel espiritual (Romanos 11:16-26) por medio de la fe en Jesucristo, y formar parte del remanente de Dios, que no participa de la corrupción del mundo, y que en su lugar persevera en obediencia y lealtad al Señor hasta el fin.

La salvación, querido lector, no es obra de la casualidad. Es una decisión.

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