En 2011 se estrenó una película que, sorprendentemente (y digo sorprendente debido al éxito de la primera parte), estuvo nominada al premio Razzie a la peor secuela. Quizás te suenen los nombres de Todd Phillips (director), Bradley Cooper, Ed Helms, Zach Galifianakis…
Se trata de ¿Qué pasó ayer? Parte 2, o según su nombre en inglés The Hangover Part II. Producción cuya trama gira en torno a la boda de Stu (Ed Helms) en Tailandia, y la desaparición de su futuro cuñado Teddy.
Temprano en la película se produce el viaje de Stu y sus amigos, que durante la noche se reúnen con la familia de su novia. En cierto momento de la velada el padre de ésta se coloca en pie, y se dirige a ellos con las siguientes y no muy agradables palabras:
“Lo admito, cuando me presentaron a Stu no quedé encantado. Era poco agraciado, le faltaba inteligencia e imaginación, le faltaba la chispa que uno busca en un hombre. Pero luego miré a Stu a los ojos y me recordó a mi querido hermano Chaio. Para los que no saben, Chaio es retrasado mental y vive en un hogar especial; pero Chaio adora el Cho. Entonces comprendí: Stu es Cho. El Cho es arroz blanco, blando, en agua tibia, no tiene sabor, se lo dan a los bebés y a la gente muy anciana, es un alimento que todos pueden digerir. El mundo necesita Cho, así como necesita personas como Stu”.
Ahora compara ese breve discurso con esto:
“En el camino recorrido hasta ahora, no habíamos tropezado con un salmo tan falto de personalidad. Terminamos de leerlo y releerlo y no nos acordamos de nada; ningún verso se ha agarrado a nuestra memoria; como una pieza musical de la que no podemos ni queremos tararear ni una frase […]. El carácter convencional del salmo podría representar una espiritualidad media, de gente que reza sin señalarse. El salmo nos daría sin intentarlo el mundo de oración consabido y compartido por muchos. ¿Cómo reza un israelita a quien no se le ocurre nada nuevo?” [Alonso Schokel. Salmos 1 al 72, p. 409-410]
Bastante duro para mi gusto. Pero no puedo negar que contiene algo de verdad. Cuando acabé de leer el Salmo 25 me pregunté: «¿qué puedo decir sobre esto? Es normal en exceso».
Pero justo allí, en esa normalidad, creo que está la clave del Salmo 25.
Salmo 25: ¿para qué sirve?
El suegro de Stu le comparó con el Cho debido al carácter comestible del platillo (si es que se le puede llamar así), ya que cualquiera puede masticarlo y digerirlo con facilidad. En ese sentido, según su pensar Stu no aporta nada interesante a la vida; pero su virtud está en ello: que todos pueden pasarlo. Termina concluyendo que el mundo también necesita esta clase de personas.
¿Tiene alguna semejanza el Salmo 25 con el Cho? Concuerdo con Schokel en que carece en buena manera de personalidad: no hay destellos, ni cualidad alguna que le haga destacar entre los Salmos. No destaca por su tristeza, su sabiduría o su gozo; ni llama la atención su tema.
Podríamos compararle a una especie de “oración modelo”. Impregnada de temas conocidos de la revelación bíblica, sencilla y básica para que todos puedan tomar parte en ella.
Es cierto que quizás no es demasiado llamativa; pero, ¿por qué debería serlo si no fue diseñada con ese fin?
El hecho de que el Salmo sea un acróstico (el segundo del Salterio, ver Explicación de los Salmos 9, y 10), nos invita a pensar que verdaderamente su intención podría ser didáctica. Y eso explicaría la ausencia de algo resaltante, pues, esta oración es para que todos puedan aprenderla rápidamente y recrearla.
Al final de la película Stu se vindica delante de su suegro, y demuestra que tiene mucho para darle a la vida. De la misma manera, siento que este Salmo puede defender su estatus canónico delante de nosotros con un simple análisis.
Andamos por el mundo buscando cosas que nos marquen, que llamen nuestra atención y nos impacten; pero ¿cuántas veces no pasamos por alto los aprendizajes más sencillos que debiéramos tener?
Olvidamos aprender a servir, ser humildes, aprovechar el tiempo siendo felices, dar lo mejor que somos en la crianza de nuestros hijos, olvidamos ser mejores hijos, mejores esposos… ¿Cuántas cosas pasamos por alto porque no “llaman la atención”?
De la misma manera, en la vida de fe hay cosas tan sencillas y elementales que muchos cristianos todavía no han aprendido por estar pendientes de aquello que sí atrae o capta los sentidos. Pero estas cosas más sencillas, a la verdad son las más importantes.
De esas cosas sencillas, habla el Salmo 25. Y así como el mundo necesita arroz, los cristianos realmente necesitan este Salmo.
El género, dado el principio, el final, y algunos detalles medulares, parece ser una súplica. Y en ella convergen algunos elementos sapienciales (“enseñar”, “camino”, “rectitud”, “verdad”, “humildes”), el tema de la alianza (la “hesed” de Dios, las menciones de “pacto” en vv. 10, 14), y el perdón del pecado.
Ya en la mención de estos temas que fluyen con la composición se hace evidente que su contenido aborda quizás las cosas más sustanciales de la fe en Dios; las cuales, todos precisamos aprender.
Un salmo acróstico, que carece por lo general de una progresión temática y de una estructura elaborada, es el más indicado para reunir una serie de pensamientos importantes (pero un tanto aleatorios) para el aprendizaje del orante.
Aun así, parece dividirse en 3 estrofas (vv. 1-7, 8-15, 16-22), de las cuales los dos extremos se concentran en peticiones y ruegos, mientras que la estrofa central (en disposición y en importancia) hace distintas afirmaciones acerca del trato de Dios con los creyentes en tono de alabanza.
También destacamos que las palabras “alma”, “avergonzar”, “enemigos” y “esperar” se presentan como la inclusión mayor del Salmo (vv. 1-3, 19-21).
Así que, en conclusión, este Salmo acróstico fue pensado con una intención didáctica; sirviendo de lección acerca de temas importantes de la espiritualidad personal del orante, y enseñando a su vez la esencia más básica de una oración a Jehová.
El Salmo, tan normal, simple y lineal, se convierte en una cátedra sobre las cosas más conocidas de la fe; y por lo mismo, poco entendidas, valoradas y practicadas.
Por eso mi familia y yo hemos decidido llamarle “Salmo para principiantes… y no tan principiantes”.
Salmo 25: explicación del texto
Debido al carácter no necesariamente entrelazado de las ideas del Salmo, me limitaré a brindar una breve explicación de las ideas plasmadas en las distintas agrupaciones de versos.
Salmo 25:1-3 explicación
Primera pregunta cristiana básica: ¿Qué debes hacer cuando te sientes temeroso/solo/triste/preocupado/angustiado/desesperado?
Respuesta: “A ti, Jehová, levantaré mi alma. Dios mío, en ti confío” (v. 1-2). Desde muy temprano en su experiencia (o si prefiere el lector, cuando se es “principiante”), el cristiano puede y debe aprender que Dios está por encima de todas las cosas. Él tiene todo el poder, la autoridad, la sabiduría, el conocimiento, tiene en sus manos la vida, la muerte, el tiempo, las leyes que rigen el universo y la naturaleza, y podemos continuar.
Eso significa muchas cosas. Pero entre ellas, que nada en este mundo podrá hacer por él, lo que Dios hace.
Por tal motivo, el salmista dice “a ti levantaré mi alma”. Comparar esto con Salmos 143:8, y con Salmo 24:4 por contraste, indicaría que esta frase se refiere a hacer de Dios el objeto de la atención, la fe y la esperanza (ver Salmo 86:4). Es como tomar el alma (sinónimo de la persona como un todo, especialmente su dimensión mental y espiritual), y colocarla lo más cerca que puede de Dios.
Esto, al ponerlo junto a la primera frase del verso 2, estaría diciendo: «Dios, a ti te entrego todo lo que soy; confío por completo en ti».
La primera cátedra para principiantes culmina resumiéndonos una lección importante: el que espera en Jehová no será confundido; los que se rebelan la pasan mal (v. 3).
Aprendemos entonces que la clave para enfrentar los problemas (o a los “enemigos”) es la oración confiada y paciente al Señor.
El problema es que pese a lo esencial de esta idea ¡muchos cristianos veteranos todavía no aprenden a confiar en el Señor! En medio de la prueba se angustian, y procuran sin éxito encontrar soluciones fuera de su Roca eterna.
Elevar nuestra alma a Dios, para muchos, continúa siendo una materia inconclusa. Pero es nuestro privilegio elevar nuestra alma y depositar nuestra confianza en aquel que tiene el mundo entero en sus manos.
Salmo 25:4-7 explicación
La siguiente pregunta cristiana básica es: ¿Qué dos cosas son imprescindibles para el creyente?
Respuesta: “muéstrame, Jehová, tus caminos […]. Encamíname en tu verdad […]. De los pecados de mi juventud y de mis rebeliones no te acuerdes” (vv. 4-7).
Una de las nociones básicas que el cristiano ha de grabar entre ceja y ceja es la desconfianza propia. Confiar en Dios y desconfiar de sí mismo al menos en dos sentidos: sabiduría y méritos de justicia.
Por esa razón la oración del salmista prosigue y aparece en escena el lenguaje sapiencial. Como el salmista desconfía de su propia sabiduría, ruega a Dios que le muestre sus caminos, que le enseñe sus sendas, le encamine en la verdad y le haga entender (Salmos 27:11, 86:11, Éxodo 33:13).
La inteligencia en la voluntad de Dios es lo que el salmista pide. Desconfía de su propio juicio, y por eso se coloca en una posición de sumisión delante de Dios. Se sienta a sus pies como un discípulo, para que Dios pueda enseñarle el camino por el cual debe andar.
Lastimosamente algunos cristianos veteranos llegan a creer que se las saben todas; y es cuando permitimos que la confianza propia determine nuestro accionar, que sobreviene la caída (1 Corintios 10:12).
Jesús dijo “Yo soy el camino”, y mientras nos sujetamos a él en sumisión y vamos a él en oración, podremos discernir su instrucción y su guía.
En segundo lugar el salmista desconfía de su propia justicia. Y por eso nos enseña que una de nuestras mayores necesidades (y motivos de alegría) es la misericordia de Dios; su lealtad perpetua al pacto de gracia que ha hecho con el creyente.
El salmista no ruega “acuérdate de lo bueno que he hecho, acuérdate de mis limosnas, mis ayunos y mis oraciones”, ¡no, qué clase de tontería sería! Eso no tiene ningún valor. Solo es capaz de pedirle a Dios que se acuerde de su [la de Él] misericordia y su [la de Él] piedad.
Dependemos por completo de eso. No podríamos presentarnos ante Dios, si no fuese por su promesa de gracia. Su perdón inmerecido es nuestro boleto de acceso a la presencia del Padre.
Por otro lado, complementa este pedido suplicando también a Dios que no se acuerde de sus pecados y sus rebeliones. Gracias al Cielo que el Señor dice “No me acordaré de tus pecados” (Isaías 43:25), porque si Dios fuese como esas parejas que jamás olvidan, nuestra convivencia con Él sería realmente disfuncional.
Como no tenemos nada que nos recomiende delante del cielo (ni que llevemos 2, 5, 10, 30 años en el evangelio), nos sujetamos por completo a la justicia de Cristo, y su misericordia infinita. Y le rogamos con fervor que por favor perdone y olvide nuestros fracasos.
Estos dos pedidos, orientación y perdón, son imprescindibles para cada segundo de cada minuto de cada hora de cada día de la vida del cristiano. ¡Más claro imposible!
Salmo 25:8-11 explicación
Tercera pregunta cristiana básica: ¿cómo debo relacionarme con Dios?
Respuesta: cuando acudimos a Dios debemos entender que la armonía en la relación depende de esta cláusula “los que guardan su pacto y los testimonios” (v. 10); allí está la base de todo.
Dios es “bueno y recto” (v. 8), y por esa razón Dios demanda de sus hijos bondad y rectitud. Su pacto no descansa sobre nuestras obras porque la salvación es por gracia; pero su pacto demanda lealtad a sus principios, lo que implica que al entrar al pacto de Dios nos estamos comprometiendo a andar fielmente en su voluntad (algo similar a unos votos matrimoniales).
Pero en lugar de enviarnos por fax sus condiciones y esperar exigentemente que las cumplamos, Dios actúa como un maestro dedicado. El salmista nos muestra con brevedad el proceso educativo que el Maestro divino aplica con sus hijos.
A los pecadores, que están andando por senderos de muerte que conducen a la perdición, les enseña cuál es el camino. A los humildes, que se han dejado guiar por las instrucciones del Maestro, los ayudará a andar conforme al juicio correcto, a evaluar y vivir justamente.
Y a los mansos, que están haciendo lo que pueden para andar en ese camino y se sujetan a su Maestro para continuar en la dirección adecuada, mucho menos dejará de enseñarles.
Así que Dios es un Maestro paciente y abnegado. Que siempre mostrará “misericordia y verdad” a los que están haciendo con amor su parte del pacto.
Y aún para los que se desvían de esa dirección plasmada en su ley y sus mandamientos, Dios tiene para ofrecerles “perdón”. El cual no depende de cuán bien le caemos, sino de su propia palabra empeñada y fiel; o como diría el salmista: “por amor de tu nombre, jehová”.
Ese es, en realidad, el verso central del Salmo. Después de todo, hemos entendido que aunque nuestro pecado es grande, mayor es el compromiso de honor que Dios ha hecho de salvar a quien se allega a él. Y por amor de su nombre lo cumplirá (ver Salmos 23:3).
Así que el cristiano entiende lo importante que es la obediencia en su relación con Dios. Pero esta obediencia se aprende en la escuela de Cristo, y no fuera de ella. Y aunque a veces tropecemos en el camino, Dios, “que es rico en misericordia” (Efesios 2:4), nos ofrece perdón y bondad.
Salmo 25:12-15 explicación
Cuarta pregunta cristiana básica: ¿qué gano yo o de qué me sirve obedecer a Dios? O dicho de otra manera: “temer a Jehová” (v. 12).
Respuesta: Dios podrá guiarle en la toma de mejores decisiones, pues, su ley en sí revela un cúmulo de directrices para tomar decisiones correctas (v. 12), gozará de bienestar (v. 13, pues su ley es perfecta y buena, Salmos 19:7-10), su descendencia heredará la tierra (promesa ligada a la fidelidad al pacto según levítico 26:3-13, y promesa escatológica para los “mansos”, Mateo 5:5), disfrutarán de “comunión íntima con jehová” (v. 14), y al mirar a Dios él les sacará y librará del peligro (v. 15, 141:8).
A la pregunta “¿Quién es el hombre que teme a Jehová?” (v. 12), la respuesta es un hombre que disfruta de todas estas bendiciones, porque la bondad de Dios le sigue todos los días de su vida.
Hay mucho más que podríamos decir, pero con esto ya el salmista ha dejado en claro que vale la pena ser leales al pacto de Dios.
Salmo 25:16-22 explicación
Quinta pregunta cristiana básica: ¿y qué hago cuando nada está saliendo como espero?
Respuesta: ¿Acaso te sientes “solo y afligido”? ¿A lo mejor las “angustias de tu corazón han aumentado? ¿Quizás tus enemigos “se han multiplicado”? ¿Y con “odio violento” te aborrecen? Entonces hay una solución que no falla jamás: ora.
Al salmista se le está cayendo el mundo encima, pero nuevamente dice “en ti he confiado” (v. 20), “en ti he esperado” (v. 21). El Salmo comienza y termina con una oración, porque si alguna cosa un cristiano no debe olvidar, sea principiante o veterano, es orar.
Afuera no importa lo que suceda, mientras oremos todo estará bien. Mientras oremos, habrá esperanza.
Y como si faltara algo, el Salmo culmina con una lección vital.
En el último verso el salmista separa la mirada de sí mismo, mira a su pueblo, e intercede por él (v. 22). En la vida cristiana no todo se trata de nosotros mismos, ni mucho menos. Oramos por la familia, oramos por la comunidad, oramos por el pueblo de Dios, y no nos cansamos de orar. Lo hacemos nuestro mejor hábito.
Un Salmo sencillo, sin grandes detalles, pero a la vez tan instructivo; podríamos decir: tan necesario. Tanto para el principiante, como para el veterano.
Encuentra aquí más recursos del Salmo 25. como el salmo en audio, para imprimir en pdf, etc.