Cuando inició la cuarentena por causa del Covid-19 la mayoría suponíamos (en nuestra ignorancia) que no duraría demasiado tiempo. Ese primer sábado sin ningún problema cada familia se convirtió en una iglesia. Todos adorando a Dios en nuestros hogares.
Pero el tiempo comenzó a pasar, y al cabo de 4 meses en mi casa ya nos mirábamos las caras, deseando tener nuevamente la oportunidad de adorar junto a nuestros hermanos, en la Casa de Dios.
Allí me acordé de un Salmo que un profesor nos leía cada mañana en el devocional de la clase. Uno de los versos de ese Salmo decía “Una cosa he demandado a Jehová y esta buscaré: que esté yo en la casa de jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de jehová y para buscarlo en su templo” (Salmos 27:4).
Me di cuenta de lo poderoso que era ese pedido. Como él, yo me hallaba lejos de la Casa de Dios, y anhelaba profundamente el poder estar allí y ver las sillas llenas de adoradores ansiosos de contemplar la hermosura de jehová.
Después de 6 meses, nos enteramos de un pequeño grupo de hermanos que se congregaba en una casa no muy lejos. Hicimos planes para ese sábado. Todo fue alistado con tiempo, se escuchó música en la casa desde temprano, y al momento de llegar allí para adorar junto a nuestra familia de fe y cruzar esa puerta… Parecía un sueño cumplido.
El salmista sabía lo que pedía, y yo comparto su oración. Habitar delante de Jehová todos los días de mi vida. Ese verso está marcado en mi Biblia, y espero que tú lo marques también.
¡Pero hay mucho más por decir sobre esta joya de los Salmos! Por alguna buena razón, aquel profesor lo leía todos los días.
Salmo 27
Cuando leemos este Salmo por vez primera rápidamente podríamos concluir que se trata de un magnífico canto de confianza, ¿no es cierto? Oh sí, frente a la guerra, al abandono, y las acusaciones de los falsos testigos, el salmista responde con plena certidumbre en su Dios.
Pero con un poco más de detenimiento notaremos algo llamativo. En un principio el salmista muestra una sobria confianza en Dios; ¡pero tan sobria que nos lleva a cuestionar su autenticidad! La autenticidad, no del escrito, sino de lo que el salmista realmente está queriendo decir.
¿Cómo es posible que en la primera parte muestre una seguridad tan contundente en el cuidado de Dios, y en la segunda su oración parezca inspirada por la inquietud de su corazón? Es difícil entender un cambio tan brusco.
Por esa razón algunos han propuesto que estamos frente a dos salmos separados por el verso 7. Pero los vínculos entre las dos partes son mayores que sus diferencias.
Primeramente observemos que el Salmo posee una estructura de conjunto en forma quiástica que encuentra su centro en el verso 8:
- “Jehová es la fortaleza de mi vida” (vv. 1-3)
- La belleza de Jehová (v. 4)
- C. “Mis enemigos” (vv. 5, 6)
- Tres peticiones en positivo (v. 7)
- “Buscad mi rostro” (v. 8)
- Tres peticiones en negativo (vv. 9-10)
- Tres peticiones en positivo (v. 7)
- “Mis enemigos” (vv. 11-12)
- C. “Mis enemigos” (vv. 5, 6)
- La bondad de Jehová (v. 13)
- La belleza de Jehová (v. 4)
- “Esfuérzate y aliéntese tu corazón” (v. 14)
Ella nos permite ver el Salmo como un todo bien integrado, al que responden cada una de las partes.
Además de esto, existen 3 correlaciones clave entre ambas divisiones del Salmo; como lo son “salvación” (vv. 1, 9), “levantarse” aplicado a los enemigos (vv. 3, 12), y la correspondencia estrecha entre los versos 4 y 13, que son paralelos también en la estructura.
A esto añadimos que el tema tampoco ha variado, siendo la confianza completa en el Señor no importa la adversidad y la aflicción.
La primera sección resalta la manera cómo las dificultades han fortalecido y profundizado la fe del salmista en Dios; y en la segunda, pese a su visible intranquilidad, el salmista evidencia ser sostenido únicamente por esa fe.
Esto podría aclararse todavía más al considerar las tres estrofas del Salmo.
En la primera (vv. 1-6) el salmista está conversando consigo mismo, Dios está en tercera persona. Es como un monólogo en el que menciona algunos de los privilegios derivados su fe, y con estos grandes motivos de confianza procura alentarse.
De hecho, la forma como está planteado el verso 1 nos anima a interpretarlo de la siguiente manera: “Si Jehová es mi luz y mi salvación, ¿por qué voy yo a temer? Si Jehová es la fortaleza de mi vida, ¿tiene sentido atemorizarme?”.
Si esto es así (y lo refuerza la repetida mención de “temor” en la primera parte), entonces podríamos asumir que David en realidad tiene miedo, y por eso conversa consigo mismo dándose aliento, reforzando su fe y enumerando sus razones para confiar.
Luego en la segunda estrofa el salmista aborda al Señor (vv. 7-12), encara su súplica con gran necesidad y angustia, pero a la vez con gran confianza. Está consciente que su Dios no le abandonará jamás.
En la última estrofa el salmista vuelve a conversar consigo mismo (vv. 13-14), ahora especialmente acerca de su necesidad de creer y perseverar en el Señor.
El elemento del “tabernáculo” no puede pasar desapercibido. En los versos 5 (no muy claro) y 6 aparece como un lugar de refugio, y como un lugar de adoración y sacrificio respectivamente.
Pero en el verso 4 ocupa un lugar más trascendental: el salmista declara que su confianza en Dios es resultado y efecto mismo de la búsqueda ansiosa de su alma por vivir en la presencia del Rey, contemplándole e inquiriendo en su verdad.
Podríamos decir que en su vida se ha cumplido la promesa de buscar primeramente el reino de Dios y recibir todo lo necesario por añadidura. Él busca a Jehová; Jehová le guía y le protege. Aunque también pudiéramos decirlo al revés.
Explicación del texto
Versos 1 al 3. ¿Por qué existe el temor? O mejor dicho, ¿por qué alguien experimenta temor? Piensa la respuesta más breve que podrías dar.
Personalmente considero que una persona experimenta el temor cuando se siente amenazado e indefenso. La sola amenaza no es suficiente para provocar temor, así como quizás el reto del niño más pequeño y flacuchento del salón no asusta al grandotón, o como el tobogán pequeño asusta al niño pero no al adulto.
Cuando nos creemos indefensos ante un peligro o amenaza, allí sentimos temor.
Ahora bien, como seres humanos nos vemos vulnerables ante muchas circunstancias. Piensa por ejemplo en una enfermedad terminal, o un batallón de 500 hombres contra 1, o una caída de 1.000 m de altura… Ante algo así, ¿qué puede hacer un ser humano?
Pero, ¿y Dios?
Dios no es indefenso ni vulnerable. A Dios nada le toma por sorpresa. Dios tiene una solución para cada pequeño o gran problema… Dios es, sencillamente, Dios. Y todo, todo, todo lo puede. Todo.
Por ese motivo el salmista puede ahuyentar el miedo con un solo pensamiento: Dios es mi luz (Isaías 60:20, Miqueas 7:8), Dios es mi salvación (Éxodo 15:2), Dios es mi fortaleza. ¿Qué razón tendría para sentirme indefenso, qué motivo para temer, si no estoy solo?
Dios es la luz que disipa la oscuridad y alumbra en el lugar o en el día oscuro. La luz de Dios resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la dominan (Juan 1:5).
Dios es la salvación, es la libertad, es el auxilio oportuno, es el que interviene en el momento preciso con poder.
Dios es la fortaleza, un lugar infranqueable, inexpugnable, un sitio seguro para morar confiado. Ese que renueva las fuerzas de sus hijos para poder dar una milla más, y nos sostiene con su brazo poderoso.
Lee bien: como hijos de Dios somos intocables. ¿Eso quiere decir que no pasamos por adversidades? Sí las pasamos. Pero es como el niño que va a jugar al parque mientras su papá está sentado observándolo.
¿Habrá peligro? quizás, pero está todo bajo control. No hay razón para temer ni atemorizarse, porque sabemos que Dios está allí. Sentado a un par de metros.
Observa este ejemplo. Los “malignos” se juntaron contra David, se confabularon con sus “angustiadores” y sus “enemigos” con el propósito de comer sus carnes (una manera gráfica de decir que querían destruirlo por completo).
Es difícil no sentir temor en una situación así, ¿no crees? Pero mira lo que sucedió: “ellos tropezaron y cayeron” (v. 3). ¡Debe ser que estaba muy oscuro y no miraron bien al piso! ¿Verdad? ¡Nada de eso! Dios frustra los planes de nuestros enemigos. Los estropea, los humilla.
Con ese verso David nos está diciendo «observa lo que pasa cuando Jehová es la fortaleza de tu vida; por eso yo confío en mi Señor, y no temo».
Y luego añade que “aunque un ejército acampe contra mí no temerá mi corazón” (v. 3, 3:6). ¡No temerá! ¿Qué razón habría? Si un ángel destruyó 185.000 hombres en una noche. Si Dios vence batallas mientras la gente canta y toca instrumentos (Jueces 6, 2 Crónicas 20).
Observa que lo contrario al miedo en la Biblia no es valor, es confianza. No es fácil ser “valiente” delante de una gran multitud, pero es posible echar fuera el temor confiando en uno que está sobre ella.
Verso 4. Entonces llegamos a este verso especial que a primera vista no pareciera encuadrar demasiado con lo que el salmista viene diciendo. Pero recordemos que en esta primera estrofa David está procurando alentarse a sí mismo con expresiones de confianza y promesas, intentando reunir la fuerza, la fe para ir en oración al Señor a suplicarle que no le desampare.
Y en ese monólogo, entre expresiones de confianza (vv. 1-3) y promesas (vv. 5-6), tiene un lugar muy importante la experiencia personal, real, constante que él ha vivido junto a Dios, y también sus anhelos de cara al futuro. Ambas cosas se mezclan en este texto.
Detallemos el significado de estas palabras:
David ha demandado (habla de necesidad) a Dios una sola cosa (habla de enfoque y prioridades); y a la vez él la buscará (habla de determinación y esfuerzo). Esta única cosa es poder estar en la Casa de Jehová (habla de devoción) todos los días de su vida (habla de constancia y sinceridad), para contemplar la hermosura de Jehová (habla de delicia) y para buscarlo [o inquirir] en su templo (habla de expectativa).
Este texto nos dice mucho de la clase de relación que mantiene el salmista con el Señor. Esta relación intensa y personal es la causa de su confianza (“porque he buscado al Señor he aprendido a confiar por completo en él”); pero también es una petición (“te he pedido vivir para siempre en tu presencia, y espero me des vida para hacerlo”); y a la vez es un argumento (“porque mi mayor deseo ha sido buscarte y contemplarte, cumple tu promesa de protegerme”).
Pero más allá de eso, este texto nos presenta a un ser humano cuya vida ha sido trastornada por la verdad y el amor del Salvador. Piensa en eso: David deseaba pasar todos los días de su vida contemplando la belleza de Jehová tal como se revela en cada elemento y cada rito del santuario terrenal. No deseaba dejar de inquirir, de indagar en su templo las verdades reveladas. Ansiaba habitar en la presencia del Señor…
Ciertamente descubrió el tesoro escondido, la perla de gran valor, y jamás volvería a soltarla.
Versos 5 y 6. En los versos 5 y 6 el salmista refiere ahora la promesa de protección y victoria que Dios le concederá por sobre sus enemigos.
El término “tabernáculo” aquí no es una traducción muy precisa; pues la palabra hebrea más bien habla de un “refugio”. Dios le esconderá y le cubrirá en el día malo, pero en lo posterior le colocará sobre una roca, símbolo de victoria; a la par de la primera frase del verso siguiente.
Su nombre y su causa sería reivindicados. Y ya no se hablaría de David como un perseguido atribulado, sino como un guerrero vencedor por su confianza en el Poderoso Dios.
Pero el salmista no podría ser tan malagradecido para dejar a su salvador en el anonimato. Por el contrario, él personalmente se encargaría de publicar y exclamar gloria y alabanza para quien lo merece.
Por eso la sección de confianza y aliento termina con un voto de alabanza donde el salmista promete llevar sus sacrificios al santuario con gran júbilo, y estallar en melodías y loores a Dios.
Versos 7 y 8. Pero el tono de tan solemne confianza se diluye al comenzar la siguiente sección del Salmo, donde el salmista da paso a una conversación con Dios acerca de sus aflicciones, en las cuales precisa su sostén, su guía y su intervención.
La confianza de David en Dios no invalida el hecho de que el sufrimiento y las pruebas son reales, y muchas veces angustiosas. Sin embargo, los aprendizajes previos le han enseñado a que, por muy duras que sean las circunstancias, puede permitir que su fe descanse en el Señor.
Por ese motivo, después de haber alentado y avivado su fe al meditar consigo mismo, ahora el salmista comienza su oración con gran ímpetu, pidiendo al Señor que escuche, tenga misericordia, y responda a su clamor.
Estas son las 3 peticiones en positivo que destacó la estructura. 1) Escuchar, 2) compadecerse, 3) responder. Prácticamente podríamos colocarlas en un orden lógico.
Y éstas desembocan en el centro de la composición: Dios había susurrado a David la clave para enfrentar la adversidad, buscar el rostro divino. En el momento del aprieto su corazón le recuerda las palabras de Dios, y él responde sin dilación “Tu rostro buscaré, Jehová” (v. 8, 24:6, 105:4).
El rostro divino que mira a sus hijos es un signo del favor de Dios, por lo que buscar el rostro divino es completar la fórmula. Orar, confiar en el Señor, ordenar la vida en conformidad con él. Pero el texto prefiere plantear lo mismo con gran belleza poética
Dios mira al hombre lleno de amor y bondad, y el hombre mira hacia el rostro divino con fe y entrega. En ese cruce amistoso, entrañable, la seguridad del hombre se activa en medio de la prueba, y también la respuesta divina a su gran necesidad.
Versos 9 al 10. En los versos 9 y 10, el inicio de la segunda mitad de la estructura simétrica, el salmista eleva 3 peticiones a Dios, ahora en negativo. Éstas son casi opuestas a las 3 positivas que había elevado en el verso 7.
No esconder el rostro podría ser la contrapartida de “respóndeme”. Lo mismo se puede decir de “ten misericordia” y “no apartes con ira a tu siervo”, y de “oye, jehová” con “no me dejes ni me desampares”.
El verso 10 es una hermosa expresión de confianza que complementa el último pedido del verso 9; aunque su madre y su padre lo dejaren, ¡Dios le recogerá! (ver tb. Isaías 49:15).
La confianza manifiesta de los versos 1 al 6 de ninguna manera ha desaparecido. La imagen bélica de la primera sección se cambia ahora por una imagen de abandono familiar. Pero así como Dios auxilia al guerrero y le da la victoria, Dios recoge y rescata al huérfano afligido.
Versos 11 y 12. En estos versos encontramos la contraparte de vv. 5-6, pues reaparecen los enemigos del salmista. Éste pide a Dios que le oriente por sendas de rectitud, para huir de las asechanzas de sus enemigos; pide que no lo entregue a la voluntad de ellos, que defienda su causa de las falsas acusaciones en su contra.
Versos 13 y 14. Finalmente los versos 13 y 14 culminan el Salmo con una sensación muy similar a la que nos inspira la primera. Después de haber presentado su caso ante el Señor buscando su rostro, el salmista reflexiona en su necesidad de confiar y esperar.
Entonces afirma la importancia del papel que la esperanza ha desempeñado en su existencia. La esperanza de ver la “bondad de Jehová” (paralelo al verso 4), es lo que lo mantiene todavía con vida.
De tan suprema importancia es la contemplación de la gloria divina para el salmista, tan elemental es su necesidad del Señor, que dice que si no creyera que volvería a verla entonces hubiera desmayado y flaqueado.
Pero la promesa de verla en la tierra de los vivientes le mantiene vivo y de pie.
Y el verso 14, que es el complemento de los versos 1 al 3 (donde se muestra a Dios como la fortaleza de la vida del salmista), concluye reiterando la necesidad de esforzarse y ser valiente, de esperar en la salvación de Jehová, y perseverar hasta el final en su promesa.
Esperar en jehová no es solamente paciencia. Es una paciencia activa que inspira valor y aliento. Es enfrentar las pruebas sin temor sabiendo que Dios ha inclinado su rostro benevolente hacia nosotros. Esperar en Jehová se convierte en una evidencia verdadera de la fe. Ya sabemos que fe sin obras es…
Después de todo lo que hemos dicho, creo que es notorio por qué mi profesor era tan afín a este Salmo. Sin duda redunda en belleza y lecciones para nosotros.
Pero más que otra cosa, me gustaría recalcar ese único pedido del salmista. ¿Podrá haber algo mejor que contemplar la hermosura de Dios todos los días de la vida? Haz de este tu primer motivo de oración, y verás junto con él todas las bendiciones divinas.
Encuentra aquí más recursos del Salmo 27. como el salmo en audio, para imprimir en pdf, etc.