Si yo te pidiera que escribas en una hoja 5 consejos que serán dados como herencia tuya a una persona que amas, para que los obedezca desde muy temprano en su vida, ¿qué anotarías en el papel?
A quemarropa, y porque no podría decir aquí lo que plasmaría en mi herencia, los míos serían los siguientes:
- Nunca te permitas vivir pensando en el futuro. La vida es hoy, este instante, por aburrido y tedioso que parezca. Eso que esperas mañana no te hará feliz. ¡Hoy debes ser feliz! Y sacarle el jugo a cada segundo fugaz. Porque mañana mirarás atrás, y añorarás el hoy.
- Yerra completamente el hombre que prefiere mirar a los demás como rivales, y no como amigos. Tarde o temprano, te das cuenta de lo que es más importante.
- Dios no es una opción, ni un camino, es la única esperanza. Si algo pone en evidencia la realidad de la muerte es que puedes emplear y malgastar tu vida en cualquier cosa; pero si no pones a Dios en primer lugar, hasta allí llegaste. Si decides amarlo y obedecerlo, la muerte tan solo es un sueño breve, antes de despertar a la eternidad.
- Es el hombre quien se coloca sus propias limitantes. No tienes por qué vivir en modo neutro, ni esperar que los demás hagan las cosas. Marca la diferencia, traza metas, proponte hacer algo extraordinario y esfuérzate hasta lograrlo. Pero debes comenzar hoy.
- La mayoría de las veces que decidas hacer “lo que dice tu corazón” te equivocarás, y sufrirás. Mejor consulta con Dios, sé paciente, y espera en sus propósitos. Especialmente cuando decidas a quién amar, no te apures; no te des el lujo de llenar tu pasado de errores. Espera en Dios, y llegará la persona a quien puedas amar, sin heridas mal curadas.
Supongamos que esos son mis 5 consejos. Intenté plasmar en ellos mi propuesta para la vida de una persona. Y aunque no me esforcé porque ellos guardaran algún tipo de relación, ciertamente tienen algunos puntos en común, ¿no es así?
Así sucede con el Salmo 34. Aunque disperso, pues no es su intención que exista alguna ilación intencionada entre los versículos, sus consejos no carecen de puntos en común que configuran una idea más o menos general.
Salmo 34
Llegamos ya al 3er Salmo acróstico del salterio (después de 9-10 y 25). Los 22 versículos del Salmo 34 están ordenados de acuerdo a las letras del alefato hebreo, con la excepción de que se saltan la waw, y añaden una pe al final como propina.
El encabezado relaciona el Salmo con un escritor, y un evento histórico. Dice “Salmo de David, cuando mudó su semblante delante de Abimelec, y él lo echó, y se fue”.
Lo primero que hemos de acotar es que el nombre Abimelec no es un nombre propio, es más bien un título dinástico entre los filisteos, tal como lo es “Faraón” para los egipcios. Con ese punto aclarado, nos preguntamos qué relato de la vida de David concuerda con tal descripción, y damos con 1 Samuel 21:10-15.
En esa narrativa David huyó a Gat (una ciudad filistea) para encontrar protección de las amenazas de Saúl; pero pronto se dio cuenta que en ese lugar corría grave peligro. Los siervos del rey Aquis le recordaron que ese David fugitivo era el mismo que en lo pasado había causado grandes perjuicios a su nación.
Cuando David escuchó eso, temió; y procedió astutamente. Se fingió loco, salivando su barba y rasgando paredes y puertas, a fin de que al verlo fuera de sus cabales lo echaran de aquel lugar.
La gente en ese entonces creía que los dementes estaban protegidos por algún espíritu, y por eso preferían no hacerles daño; no fuera que la demencia les atrapase a ellos.
Cuando lo vio el rey Aquis dijo que no necesitaban ningún otro demente en su palacio, y David pudo huir sin problemas.
Ciertamente no fue un episodio magnífico de la vida del salmista, sino bastante humillante para el que había sido ungido como rey de Israel. Pero en esa liberación él pudo ver la mano de Dios protegiendo a su siervo de un peligro mayor. Y aunque sus propias decisiones lo llevaron hasta allí, Dios le sacó sin un rasguño.
A la salida de esa experiencia, David compone entonces un himno de alabanza a Dios, donde celebra el favor de Jehová sobre sus hijos afligidos al librarles de angustias y peligros.
A mi parecer, por disperso que pueda ser el Salmo, el versículo de “propina” (v. 22) adicional al acróstico plasma lo que puede considerarse como la clave de unidad del Salmo. Si en algo coincide y redunda el Salmo es que Jehová redimirá y librará a los que en él confían.
Y a este pensamiento central responden todas las partes. E, incluso, según el Salmo, el antagonismo de los malos hacia los justos es lo que ocasiona el antagonismo de Dios hacia los malos. Por lo que el pensamiento central del Salmo es, sin duda: Dios libra y redime a los justos.
Con relación a la estructura, hay dos movimientos en el Salmo claramente diferenciados por el verso 11. En el primer movimiento (vv. 1-10) se destaca el género hímnico, con testimonios personales del rey David de liberación y protección divina.
El segundo movimiento (vv. 11-22) es más bien una lección sapiencial (anunciada por el verso 11) acerca del cuidado de Dios por los justos afligidos, y las consecuencias inapelables de encontrarse del otro lado de la historia.
Un último detalle es que el nombre “Jehová” aparece en 16 de los 22 versículos. Una presencia densa e imponente que también proporciona unidad al Salmo, añade fuerza al himno, y reafirma la intención del Salmo, a saber, destacar lo que Dios hace por los suyos.
Explicación del texto
Versos 1 al 3. Los primeros tres versos del Salmo constituyen una introducción hímnica en un principio muy personal, desde la cual el salmista parte a invitar a los “mansos” a unirse con él en alabanza.
El tono personal de la frase “Bendeciré a Jehová en todo tiempo, su alabanza estará de continuo en mi boca” viene dado por la profunda gratitud que todavía embarga el ser del salmista, debido a lo que Dios recientemente ha hecho por él.
Son conocidas para nosotros estas expresiones a manera de votos o de expresión de voluntad personal, pues en carne propia hemos vivido circunstancias que nos apremian a bendecir a Jehová. Pero no solo eso, sino que nos inspiran el deseo de seguir haciéndolo siempre.
El salmista irradia gozo por el Señor, y lo plasma en un himno que hace precisamente eso que dice su corazón querer hacer: bendecir a Jehová, cantar su alabanza. Ya habíamos resaltado que la intención de este himno es destacar lo que Dios hace por los suyos; y esto es evidente desde la primera línea del Salmo.
Lo más resaltante del verso 1 es el inicio de los absolutos. Y es que este Salmo se caracteriza por sus abundantes expresiones totalitarias; valiéndose de ellas el salmista da mayor fuerza todavía a las acciones de Dios, y la alabanza que le sigue.
“Bendeciré a Jehová en todo tiempo” (v. 1)
“Me libró de todos mis temores” (v. 4)
“Lo libró de todas sus angustias” (v. 6)
“Pues nada falta a los que lo temen” (v. 9)
“No tendrán falta de ningún bien” (v. 10)
“Los libra de todas sus angustias” (v. 17)
“De todas ellas los libra Jehová” (v. 19)
“Él guarda todos sus huesos” (v. 20)
Podríamos decir que en respuesta a todo lo que Dios hace, el salmista anhela bendecirle en todo tiempo. Pues, el verso 1 es el único absoluto que el ser humano protagoniza.
Cuando hablamos de La importancia de la alabanza destacamos la necesidad del ser humano de alabar a Dios siempre, constantemente; no parar de buscar excusas para alabar. Eso es lo que aconsejó el apóstol Pablo a la iglesia de Éfeso en Efesios 5:20.
Todo evento que acontece en nuestra vida, de hecho, puede ser una razón para alabar a Dios.
El verbo “bendecir” por cierto, protagonizado por Dios tiene que ver con mostrar su favor y dones divinos sobre alguien. Protagonizado por el hombre y siendo Dios el objeto de tal bendición, tiene que ver con alabar y mostrar gratitud.
Luego en el verso 2 el salmista dice que Dios será el motivo perpetuo de gloria y alegría para el salmista.
A partir de ese momento el salmista reconoce la presencia de un nuevo grupo, los mansos, y les invita a unirse a él en adoración. Entonces el tono personal se cambia en una alabanza colectiva cuando propone “Engrandeced a Jehová conmigo y exaltemos a una su nombre”.
Con esto el preludio hímnico se da por concluido, y el orante comienza a publicar sus testimonios delante de la asamblea de los mansos. Él los ha reunido, los ha citado, pero el Salmo evidentemente fue escrito para ser pronunciado por una sola persona; mientras la audiencia exalta a Jehová, y escucha la instrucción de los versos 11ss.
Versos 4 al 7. En el marco de la modalidad acróstica, el salmista va intercalando a partir de ahora sus motivos personales de gratitud, testimonios de lo que Dios ha hecho por él y por otros, y enunciados a manera de lecciones.
Los versos 4 y 6 repiten una idea bastante similar, aunque el 6 es de carácter más intenso.
El salmista cuenta que al buscar a Jehová en medio de sus temores, Dios lo escuchó y lo libró de todos ellos. En el segundo verso repite el mismo procedimiento llamándose a sí mismo pobre ‒indefenso y minusválido delante del Poderoso del Universo‒, clamó, y Dios lo libró de todas sus angustias.
El salmista resalta la vulnerable condición humana frente a los temores y angustias; pero por encima de ello a un Dios que atiende, escucha y libera a sus hijos afligidos del peligro. Se destaca la contestación inmediata y absoluta a la oración.
Nos hace recordar las palabras de Jesús “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis” (Mateo 7:7). Un pobre que clama no deja de ser escuchado.
El verso 5, colocado entre ambas ideas similares, es prácticamente una exhortación basada en su testimonio personal, y llevada a la generalidad de todos los que han experimentado la misma benevolencia del Altísimo: “Los que miraron a él fueron alumbrados y sus rostros no fueron avergonzados”.
Aquellos que han mirado a Dios en oración, han alzado sus ojos al cielo en búsqueda de una respuesta que los libre de sus perplejidades, han sido iluminados; es decir, han visto el favor divino. Su mismo rostro se ha iluminado por el amor y la gloria divina. Brilla ahora con la luz de la gratitud y la alabanza.
Y ninguno de los que ha mirado a él ha sido avergonzado. Ninguno se ha retirado chasqueado o derrotado, ninguna oración ha sido desatendida.
El verso 7, un texto conocido de los Salmos, continúa diciendo que “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende” (Éxodo 23:20, 23, Isaías 63:9). ¡Qué preciosa verdad!
Seguimos viendo la misma idea central de un Dios amoroso y fiel que defiende a los suyos, librándolos de los peligros. En este caso aparece la figura del “ángel de Jehová”, que podría referirse en específico a Cristo en su estado anterior a la encarnación, o términos generales a los ángeles que ministran y velan por los hijos de Dios (Génesis 32:1-2, Jueces 5:23, 2 Reyes 6:16-17, Hechos 5:19).
Ellos acampan alrededor de los justos como un ejército, para defenderlos de los enemigos de este mundo, y también del adversario de las almas.
Si tememos a Dios, tenemos la certeza de que nunca estamos solos. Hay ángeles poderosos en derredor nuestro.
Versos 8 al 10. El verso 8 apela a la audiencia, y les invita a no conformarse solamente con lo que el salmista les dice. Más bien, que sean protagonistas de sus propios testimonios. “Gustad (probar el sabor) y ved que es bueno Jehová”.
La bondad de Dios puede probarse, puede verse. Esas propiedades mismas nos enseñan que el tob (bueno) de Dios no es simplemente un atributo intangible de su carácter. Todos los hijos de Dios pueden probar su bondad al experimentar la fe.
Solo la religión experimental puede comprobar algo de la bondad de Jehová (1 Pedro 2:3). Al probarla, podremos ver que esa es realmente la mejor definición de Dios: Él es bueno. Y bueno en gran manera.
Y por eso son dichosos los que en él confían (Salmos 2:12, 7:1). ¡Son felices, bienaventurados! El que confía en Dios se hace receptor de su amor y bondad. Más de lo que ya son visibles para todos los seres creados.
Por eso hay una relación tan estrecha entre confianza, bienestar y felicidad. Confiamos en el Señor, él nos muestra su favor, y nos hace felices.
Luego el verso 9 exhorta a “sus santos” a temer a Jehová, porque nada falta a los que le temen (Salmos 23:1). Jesús lo confirmó con sus palabras: buscad el reino, y todo lo demás vendrá por añadidura.
Temer a Jehová es garantía de su favor, y su favor suple nuestras necesidades. A los que temen a Jehová, le obedecen, le sirven, le aman, nada les falta.
El verso 10 solo corrobora lo que acaba de afirmar. Los leones, a pesar de su fuerza y agilidad, necesitan y tienen hambre (Job 4:10-11), pero los que temen a Jehová no tendrán falta de ningún bien (Salmos 37:25).
Dios no solo libra a los suyos de peligros y angustias, también provee para sus necesidades, les muestra su bendición y les suple de bienes y alimento (Salmos 33:19).
Versos 11 al 14. Con el verso 11 el salmista migra de los testimonios personales y enunciados, a las enseñanzas de un maestro. Reúne a la audiencia como un grupo de estudiantes y les dice: “Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré” (v. 11).
En los dos versos anteriores había afirmado que los que temen a Jehová disfrutan de su bondad y no tienen falta de ningún bien. Ahora, como un sabio que observa una oportunidad de enseñanza, explica lo que significa temer a Jehová.
E introduce la lección con una pregunta que busca despertar atención favorable hacia el conocimiento que será brindado. ¿Acaso hay alguno que no desee vida, y muchos días para ver el bien?
‒No creo que haya un lector que pueda decir «No» a esta agradable propuesta‒.
Entonces hagan lo siguiente: Guarden su lengua del mal, y sus labios de hablar engaño (1 Pedro 2:22), apártense del mal y hagan el bien (Salmos 37:27), busquen la paz y síganla (Hebreos 12:14). Eso es, en síntesis, temer a jehová.
Abstenerse del mal hablar y del engaño, rehuir a la injusticia y el pecado, hacer el bien, buscar la paz. Todo esto, en el marco de la fe y la obediencia a Dios, es temor a Jehová. Y si el temor a Jehová es la condición para poder ser receptáculos del favor divino, entonces es cierto que el que teme a Jehová tendrá largos días para ver el bien.
Estos versos aquí representan la condición para estar del lado de la bondad de Jehová; estos son los justos, los mansos, los que confían. Pero hacer lo contrario a esto implica colocarse en el lado opuesto, aquellos que no gozan del favor de Dios, y por el contrario, son objeto de su ira.
Versos 15 al 18. El Salmo 33:18 había mencionado que el ojo de Jehová está sobre los que le temen, para protegerles y librarles. Aquí reaparece la misma idea. Los ojos de Jehová están sobre los justos, y sus oídos están atentos a sus clamores.
Pero en el lado opuesto están los que hacen mal. Estos no pueden gozar del favor divino, ¿cómo podría bendecir Dios al pecador que camina rumbo a la muerte? Sobre ellos está la ira (lit. rostro) de Dios, que finalmente borrará de la tierra su memoria. [Para entender esto de la “ira de Dios” consulta nuestros artículos ¿Cuál es la diferencia entre expiación y propiciación? Y ¿Qué quiso decir Dios cuando dijo: la venganza es mía, yo pagaré?]
El verso 17 repite la misma idea de los versos 4 y 6, pero ahora aplicándola a todos los justos. Todos los que obedecen el consejo de vv. 13-14, los que temen a Jehová, pueden confiar en la absoluta respuesta divina a sus oraciones. Ocurre en esta vida, y ocurrirá una vez para siempre al venir el reino del Señor.
Y son las personas de corazón quebrantado (Salmos 51:17, 147:3, Isaías 61:1, 66:2), los de espíritu contrito, los que ven el cumplimiento del enunciado anterior. Dios está muy cerca de ellos para escuchar y salvar, porque ellos se han humillado. Se han arrepentido, han sufrido, y su espíritu se ha dispuesto a ser socorridos y guiados.
Lo contrario a un espíritu quebrantado es un corazón orgulloso. Con esos Dios no puede trabajar.
Versos 19 al 22. La justicia no exime al hombre de pasar por aflicciones y tribulación. El texto dice que “muchas son las aflicciones del justo”; y son quizás todavía mayores que las del infiel.
Porque el justo no solamente lucha con las cosas de esta vida, sino con el yo, los malos pensamientos, la tentación, las potestades de las tinieblas… en esta vida, le toca avanzar contra la marea, pero la promesa es que “de todas ellas lo librará jehová” (2 Timoteo 3:11-12).
El Señor nos permite ir viendo en esta vida las recompensas de nuestra decisión por él. Y no faltará la fuerza divina para enfrentar la aflicción, y la mano poderosa de Dios que actúa para librar y salvar. Dios está con los suyos como un poderoso gigante.
El verso 20 expresa este cuidado divino en términos concretos; pero el principio es el mismo: la protección de Dios sobre sus hijos.
“Ni uno de ellos será quebrado” es un texto bíblico que asume una dimensión mesiánica en el Nuevo Testamento (ver Juan 19:36, cf. Éxodo 12:46, Números 9:12).
A diferencia del justo, el pecador será autodestruido por su maldad, y los que aborrecen al justo serán condenados. Su fin es triste y definitivo, por haber rechazado la invitación a gustar y ver el bien de Jehová. Se rebelaron, y aborrecieron a la niña de los ojos de Dios… verán las consecuencias de sus decisiones.
Pero el destino de los siervos de Dios es la redención, pues no hay condenación para ellos (Romanos 8:1). No serán condenados los que confían en el Señor como su Salvador.
Al final de todo, es evidente que aunque el Salmo se caracteriza por estar compuesto de frases dispersas y poco ordenadas, todas responden a un mismo consejo de vida, que conviene colocarlo entre mis 5 (y en tus 5 también):
Confía en Jehová, teme a él, sigue la justicia, y él te mostrará su favor.