explicación del salmo 10

Después de invocar a Mamá para que pusiera en orden la situación, era como si se aperturase la cesión en el tribunal del hogar. Ella fungía como jueza, y mi hermano y yo alternábamos en los papeles de acusado, demandante, fiscal y abogado defensor, de acuerdo a la ocasión.

Si yo había sido el agredido, ejercía la función de demandante y fiscal. Así que en cuanto mi mamá acudía era el momento de presentar las acusaciones, haciendo parecer a mi hermano lo más culpable posible, resaltando sus malas acciones y las consecuencias que ellas deberían acarrear.

Uno de los lemas importantes y conocidos de los procesos judiciales es que “toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario”. Por lo tanto, un juicio se resume en el proceso de presentar acusaciones sustentándolas con evidencias; mientras que del otro lado el acusado se vale de diferentes recursos para negarlas. 

Así que este paso era decisivo para lo que venía a continuación.

Si yo invocaba a mi mamá como jueza, y ella acudía y me encontraba llorando, pero yo no decía nada acerca de lo sucedido, ¿habría razón alguna para dictar sentencia? No podría hacerlo. No hay acusados, ni acusaciones, ni evidencias.

Salmo 10

Si al momento de leer estas líneas sientes como si algo te estuviese faltando, es porque es necesario que le des un vistazo primeramente a nuestro artículo sobre el Salmo 9, ya que ambos Salmos son una sola obra en dos partes. 

[Algunas evidencias de unidad son: *Aunque su composición no es muy regular, ambos salmos son acrósticos, con el único detalle que ninguno de los dos es un acróstico completo si se considera por separado. *Por esta razón, y por la similitud temática, la tradición de la Biblia Hebrea los coloca uno junto al otro, y la tradición griega los une en uno solo. *El Salmo 9 termina con un selah, muy poco común en las terminaciones de los Salmos. *El Salmo 10 no tiene sobre escrito, que no haría falta si se diese por sobreentendido que es el mismo del 9. *Hay muchas correspondencias de vocabulario].

Siendo que el Salmo es una obra en dos partes, te recomiendo que consideres nuestros dos artículos de la misma manera. 

Al comenzar a comentar aquel, hablamos de lo decisivo del papel de una madre como jueza para hacer justicia y dictar sentencia en favor del hijo que lo merece. El Salmo 9 es, en realidad, un canto de gratitud a Dios como juez.

Pero el Salmo 10, que constituye la continuación de la obra, resuena en un acorde distinto; al menos en la primera mitad. Pues, mientras que el Salmo 9 alaba a Dios por su relación punitiva con los malos y las naciones, a la vez que se relaciona benevolentemente con el oprimido y afligido, su contraparte comienza presentando las acusaciones contra los malos.

El primero presenta personajes y desenlace. En la segunda parte, probablemente un desglose más profundo de la situación que todavía angustia al salmista (Salmos 9:13), su declaración de apertura se basa en una larga lista de acusaciones contra sus enemigos, haciendo resaltar el porqué de las consecuencias de sus decisiones (descritas en Salmos 9), y a su vez, a manera de evidencias que exigen un veredicto.

Sobre la base de tales evidencias, el salmista continúa y termina el Salmo pidiendo al juez justo que, siendo que las acusaciones tienen sólido fundamento, se levante de una vez por todas para ejecutar el castigo. 

Así que el Salmo se estructura de la siguiente manera: 1) Un desolador lamento introductorio que actúa como invocación (v. 1); 2) una larga estrofa que presenta las acusaciones del salmista contra los malos, reclamando la urgencia del juicio (vv. 2-11); 3) una seguidilla de 3 estrofas donde el salmista pide a Dios que haga justicia (vv. 12-13, 14, 15-16); 4) y una quinta estrofa que concluye resaltando la respuesta de Dios a los clamores de los oprimidos. 

Explicación del texto

Verso 1.

Si bien el verso 20 del Salmo 9 sin problemas podría considerarse la conclusión de un Salmo, acepta la posibilidad de que el escrito prosiga. Y de la misma manera, el verso 1 del Salmo podría, tanto ser el inicio de un Salmo independiente, como presuponer una parte anterior.

Esa es la maestría con la que fue elaborada esta obra en dos partes. Ambos se complementan, pero a la vez pueden ser cantados u orados de forma independiente. 

Sin embargo, desde un inicio notamos que el género del Salmo pareciera haber cambiado. Las triunfantes notas de alabanza ‒con excepciones puntuales‒ del Salmo 9, experimentan un corte abrupto. Corte súbito, con la fatigosa pregunta con que comienza el Salmo 10.

El principio del Salmo 9 rebosaba de alegría exuberante (vv. 1-2), mas el inicio del Salmo 10 no se parece a eso en absoluto. “¿Por qué estás lejos, Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulación?” (v. 1).

Hemos dicho que el Salmo anterior era un canto de gratitud por la intervención divina en favor del salmista, pobre y agobiado, dando el pago a los malvados. Pero en medio del mérito y la alabanza, el verso 13 da a entender que no todos los problemas de David habían encontrado solución. 

El salmista hace una pausa en el progreso hímnico y suplica a Dios misericordia. Le pide humildemente que mire su aflicción y le levante una vez más de las puertas mismas de la muerte. ¡Muchos motivos hay para alabar a Dios, sí! Pero todavía necesitaba que Dios acudiese una vez más en su ayuda. 

Pienso que el Salmo 10 está orientado más específicamente a esta situación angustiante que David está experimentando. Y en medio de ella, siente el abandono de Dios. Le percibe muy lejos, casi escondiéndose de él. 

Así, Dios sería como esos amigos que suelen estar en la hora buena, pero en la mala huyen y nos dan la espalda. Se esconden de nosotros. 

¿En verdad él es así?

El salmista se siente solo y contrito. Y sus palabras, quizás más que una queja se elevan como un lamento. 

Y es ese hecho (que sus palabras se elevan como un lamento) lo que nos ayuda a entender a qué se refiere en sí. El problema no es que Dios se esconda de nosotros cuando más lo necesitamos, el problema es que al ser humano le cuesta percibir a Dios cerca en esa clase de circunstancias.

Es cierto que Dios a veces parece hacer silencio. Es cierto que en ocasiones parecerá estarse escondiendo nuestro, especialmente cuando enfrentamos una dura prueba. Pero este parecer refleja más exactamente nuestra realidad, no la de Dios.

¿A qué me refiero con eso? Mira, cuando estamos de buenas vemos y sentimos a Dios en todas partes. Una brisa, una nube, una sonrisa, una mariposa nos habla de Dios. El día transcurre y constantemente nos elevamos a él en canciones, y le agradecemos por todas sus bondades.

Pero cuando estamos de malas, ya nada nos habla de Dios. Y mucho menos nos acordamos de tener ese canal abierto de comunicación durante el día. No disfrutamos de los pequeños detalles, y aun los milagros que Dios hace en derredor nuestro pasan desapercibidos. 

¿El problema son las cosas? ¿O somos nosotros? ¡Por supuesto que somos nosotros! Las cosas siguen allí, nosotros somos quienes no las percibimos de la misma manera. 

Cuando estamos en una profunda tribulación, y oramos, oramos, oramos a Dios y no parece contestar, ¡en realidad Dios no está más lejos de lo común! No sucede nada de forma diferente a cuando lo hacemos en circunstancias normales. Simplemente, lo desesperante de nuestra situación nos hace percibir a Dios más distante de lo normal.

Así que David se siente abandonado por Dios en el momento que más le necesita, el tiempo de tribulación. Tribulación causada por los que le aborrecen, sus enemigos. 

Pero así como cuando Jesús clamó “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, en realidad el Padre estaba con él en la cruz (ver 2 Corintios 5:19), de la misma forma Dios está muy cerca de nosotros cada día, ¡y especialmente en cada tribulación!

Quizás no lo sintamos, pero precisamos creerlo, porque es así. Satanás nos hará creer que Dios se esconde o ha salido de viaje, ¡pero él está allí! Hemos de ejercitar la fe en los buenos momentos, y mayor fe aún en los momentos malos. 

David sentía a Dios lejos en sus angustias, pero allí estaba él. A su lado. 

Versos 2 al 11.

El siguiente movimiento del Salmo le añade una nueva dimensión al verso 1. Éste no solamente constituye un lamento por causa del abandono divino, sino que hace alusión a la falta de premura por parte del Juez para actuar en favor del oprimido. 

El salmista siente que Dios está lejos, e incluso se esconde, debido a que sus enemigos todavía parecen salirse con la suya. Esto queda claro cuando David principia sus acusaciones contra ellos, inmediatamente después de lamentarse por la indiferencia divina.

David observa la corrupción y la perversidad con la que actúan, y señalándolos le dice a Dios: ¿cómo es que no haces nada? ¿Dónde está la justicia? ¿Y dónde la misericordia para con tu siervo?

Más de la mitad del Salmo se transcurre en este movimiento, en el cual el salmista presenta las acusaciones contra sus enemigos. Acusaciones que buscan resaltar lo imperioso del juicio divino. 

Entre las actitudes que David destaca de sus enemigos se hallan: Arrogancia (vv. 2, 4, 6), desprecio de Dios (vv. 3, 4, 11), opresión (vv. 2, 9, 10), rebeldía (v. 5), maldición, insulto, engaño y fraude (v. 7), homicidio (vv. 8-10), liviandad e indiferencia (vv. 6, 11).

Él resalta que el malo no solo oprime al pobre y le persigue, sino que se ha rebelado contra Dios, menospreciándolo, se ha burlado de él, y así se ha llenado de toda cosa despreciable. Ha dado la espalda a la justicia, mata a los inocentes, y aun cree que le irá bien, que la desgracia no le alcanzará, ¡y que Dios ni siquiera presta atención a lo que hace!

Versos 12 y 13.

Entonces el salmista prorrumpe en la exclamación que anticipábamos, debido a la progresión del hilo de la composición: “¡Levántate, Jehová Dios, alza tu mano!” (v. 12).

El salmista considera que las acusaciones han sido más que suficientes, y que las evidencias él las puede comprobar con facilidad. Por lo tanto, los culpables deben ser condenados. Entonces, ¿qué espera el Juez? ¡Alza tu mano! Da el pago a los soberbios enemigos, y “¡no te olvides de los pobres!”.

Desde el inicio del Salmo 9 mencionamos que estos grupos aparecerían una y otra vez. El juicio divino significa condenar a los culpables, pero también salvar a los inocentes. En este sentido, el salmista pide a Dios que actúe de una vez por todas para juzgar a sus enemigos y salvar a los inocentes oprimidos. 

Miqueas 5:9 muestra qué es lo que sucede cuando Dios se levanta. “Es así, Señor, como te levantarás ante tus enemigos y acabarás con todos ellos”.

Pero el salmista le añade un poco de presión a Dios. Pregunta: “¿por qué desprecia el malo a Dios? En su corazón ha dicho: «tú no habrás de pedir cuentas»” (v. 14). 

Los enemigos de Dios se jactan pensando que Dios jamás los llamará a un ajuste de cuentas, y por esa razón le desprecian y se burlan de él. Así que el salmista está afirmando: «si no los llamas a cuentas, les estarás dando la razón. ¿Por qué despreciará el malo a Dios? ¡De ninguna manera, levántate y dales su merecido!».

Es peligroso hacer el mal y calmar nuestras consciencias pensando que Dios es muy bondadoso, que él no es capaz de condenar al malvado, que jamás nos pedirá cuentas, que en Jesús le dará salvación a todo el mundo. 

¡Mucho cuidado! Pues no hay nada más claro en la Biblia que esta verdad: Dios vendrá y juzgará al mundo, recompensará a los fieles, por supuesto; y ajustará cuentas con todos los malvados. 

Pude que Dios por ahora permanezca callado. Pero su silencio no será para siempre. Pronto vendrá y su voz sonará con tanta fuerza que las rodillas temblarán. Mejor es temer a Dios y obedecerle ahora, mientras hay oportunidad, que temblar y temer a su presencia al fin de los días.

Verso 14.

Contrario a lo que piensan los malvados, Dios sí ve. No hay que quede cubierto a sus ojos. Están bien abiertos para observar todo cuanto sucede en este mundo, y de manera especial la vejación, el sufrimiento y el escarnio sobre cada uno de sus hijos. 

¿Y por qué observa Dios? No es simplemente porque le parezca entretenido, y así emplee su tiempo libre en la eternidad. Lo hace “para dar recompensa” con su mano. 

Dios no es indiferente ni tonto. Dios está atento, y todas las cosas las registra en los archivos celestiales. Él se está preparando para recompensar a cada quien conforme a sus obras, y le dará el pago a los que han causado dolor y sufrimiento a sus amados. 

Por ello el desvalido puede acudir a él y encontrar socorro, por eso el huérfano se arrimará bajo el amparo divino. Porque Dios no es injusto, Dios no es infiel, sus promesas no son políticas. El que cree en él no será avergonzado. 

Versos 15 y 16.

Es cierto que las palabras del salmista en este verso no parecen armonizar en absoluto con el amor propuesto en el Nuevo Testamento, pero debemos entenderlas en su contexto: es una frase imprecatoria, y por eso te recomiendo que consultes nuestro comentario sobre estos Salmos en Explicación del salmo 35

Pero lo cierto es que el salmista está lleno de celo por la reputación de Jehová. Y por eso le pide que actúe conforme a su justicia, y castigue por completo la maldad del malvado. 

Luego, el verso 16 aclama el eterno reinado divino, que contrasta con la desaparición total de la maldad en el mundo posterior al juicio de Dios. Jehová, quien es rey para siempre, hará desaparecer las “naciones (entendidas como rivales de los seguidores de Dios en el Salmo 9) de la tierra”.

El Rey eterno dará plena satisfacción a la justicia. Justos e injustos, tendrán su recompensa. 

Versos 17 y 18.

El Salmo culmina con una nota de gran aliento y esperanza. La desolación del verso 1 ya no existe más. Dios ha escuchado la oración de los humildes, los pobres y oprimidos, y ya no está más lejano, ni escondido.

David dice: “el deseo de los humildes oíste, jehová; tú los animas y les prestas atención”. ¡Qué palabras tan reconfortantes! Nuestro Dios es tan maravilloso. Él no escucha solamente a los más agraciados, o a los más adinerados; él se entrega en atenciones a los humildes, los anima y los escucha. 

Probablemente estas palabras fueron resultado de una nueva manifestación de Dios en la vida del salmista. Y él, con sus ojos, pudo ver la justicia de Dios en favor de los huérfanos y oprimidos. 

Y aunque la violencia del hombre no cesó para siempre en la tierra todavía, tenemos la esperanza de que en breve así será. Nuestro Dios, que jamás nos abandona, no hará silencio para siempre. El Rey vendrá triunfante, y ajustará cuentas. 

Si acudir a nuestra madre era una garantía de justicia cuando éramos niños, podemos ahora acudir a Dios con confianza, sabiendo que él todo lo resolverá. Toda deuda pendiente, todo cabo suelto, toda injusticia la pagará. Y él reinará para siempre.

Si quieres más recursos del Salmo 10 puedes entrar aquí.

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