explicación del salmo 84

¿Cuál es el lugar más cómodo para ti? ¿tu casa? ¿oficina? ¿el jardín? Aconteció una mañana la llegada de una visita inesperada, era su mejor amiga. Rosa, quien tocaba la puerta con mucha premura le contó a su amiga, Milagros, la bendición que había recibido:

— Fui seleccionada en el trabajo para ir a un spa muy bonito a las afueras de la ciudad.

— Que bueno amiga, espero lo disfrutes al máximo. Contestó, Milagros.

— Pero no puedo ir sola, así que vendrás conmigo. La cita es mañana a las 10:00 am, puedes dejar a los niños con mi madre, ¿perfecto?

— Está bien, me apena poner a tu madre a correr con mis hijos.

— No te preocupes a veces debemos tomar un descanso. 

A la mañana siguiente, las dos muy emocionadas comenzaron a arreglarse. El spa era indiscutiblemente bello, se podía ir solo y disfrutar de grandes lujos, espléndido servicio y atención. No obstante, ese día Milagros tuvo un percance, uno de los niños se atoró con un juguete. Tuvieron que ir corriendo al doctor, se había lastimado la garganta, el cuidado tuvo que ser suministrado con mucho cuidado, por tal motivo, Rosa fue sola al spa. 

La pasó de maravilla, pero algo sucedió que llamó mucho la atención de uno de los encargados del lugar. Le dijo:

— Al parecer disfrutas mucho de estar aquí, pero algo te hace falta

— Así es -contestó- mi acompañante tuvo un percance muy serio a última hora, no pudo venir.

— No se preocupe podemos dejar su boleto para que usted lo disfrute la próxima semana.

— Muchas gracias y de verdad lo usaré, sin embargo, no llena el espacio de disfrutar con mi amiga. 

Entonces podemos decir que sí, un lugar especial se vuelve enteramente especial al disfrutar socialmente de él. Una plaza, una playa, una casa, entre otros, cada espacio tiene una historia en la que nos sentimos identificados, frente a muchas emociones y sentimientos desbordando razones para encontrar placer allí. David, el ungido de Dios para ser Rey de Israel después de Saúl, tiene un aprecio significativo por un lugar, un templo. Su semejanza a desear estar en tal lugar con un ser amado es aparentemente incuestionable, sin embargo, el deseo de apreciar la presencia de Dios en el templo, en actitud de adoración, sólo se concibe en el cuadro único de experiencia real Creador-creatura. 

El salmo 84 expresa con mucha cercanía la forma en como David veía el templo, no por sus grandes artilugios físicos (los cuales guardan significados especiales para ellos), sino por con quien se encontraba al ir allí. Ya sea el tabernáculo, o el templo erigido con cincel, piedra y martillo, más que ir a adorar por ser un lugar «sagrado», va para estar más cerca del Dios del templo. 

Constituido por tres estrofas de cuatro versículos cada una, su característica de ritmo elegíaco corresponde a la formación hebrea en conjunto a su propósito principal.

vv. 1-4:

Como en la historia del comienzo, ir a un lugar agradable es encantador. El clima templado, ni mucho frío, ni mucho calor, atención al momento, un ambiente tan agradable que la envidia pudiera tomar parte de nuestro carácter al tener que salir de aquel lugar. Por supuesto, existe una diferencia entre la «amabilidad» del lugar santo y un lugar  de nuestras preferencias, el objetivo del recinto.  

En el templo, se respiraba la constante entonación de alabanza sublime, compasión y presencia del Único rey eterno de Israel. David, conociendo la voluntad de Dios para con su pueblo, no dudaba en honrar al verdadero líder de esta nación. Sabía que su puesto estaba determinado por la voluntad del cielo y no suya, siendo un pastor de ovejas, sencillo y menor de sus hermanos, la visión de su vida no tendría ni de cerca ser rey, más bien, ya él era un príncipe, solo que servía a un rey que muchos no conocían. 

Así como Josué, David procura en todo momento darle el poder militar a Dios «…¡oh Jehová de los ejércitos!», no hay espacio para decirse a sí mismo como Nabucodonosor: «este es mi reino, el cual yo forjé con mis manos». Nada de eso. La gloria tiene nombre, y es Santo. 

Un deseo incorruptible tenía el rey David en sus entrañas. El versículo dos lo presenta sin tapujos, pero ¿por qué David sencillamente no iba al templo? Se sabe que David escribió este salmo cuando estaba desterrado de Jerusalén, en ese momento su adoración aunque genuina y sincera fuera de las paredes de la ciudad santa, lo hacían añorar estar en el templo de Jehová. Por ende, el anhelo de su corazón va en busca de ir físicamente al lugar que tanto añora. Prácticamente la expresión «mi cuerpo y mi carne cantan» del hebreo ranan, puede entenderse como «gritar de gozo».

Nada de esta adoración sería útil con un Dios muerto, así como las estatuas y altos de los ídolos paganos. Decir: “Dios vivo”, rompe las dudas existencialistas de saber si Dios puede existir o no, sencillamente existe, y punto. Porque existe merece nuestra adoración. David aprendió en su casa esta hermosa verdad, la vivió en su juventud, obedeció y fue un testimonio poderoso para todos, hasta en nuestros días. 

Entrelazando su poesía con asociaciones naturales encontramos al gorrión. Un ave pequeña, la cual hace su nido con extremada presteza y habilidad. David muestra su gran inquietud de estar en el templo, viendo como las golondrinas van a reposar cerca o en los altares (entiéndase como pilares o lugar de gran importancia arquitectónica) del mismo. 

Bienaventuranza

Bien es cierto que distribuir los versículos en tres partes iguales, hace un desfase en la comprensión literaria anglosajona. Cuando el verso cuatro y cinco comienzan con la palabra bienaventurado, parece imposible omitir que debería ser probable la unión de estos versos. No obstante no existe registro de tal afirmación. Por tal motivo veremos estos dos versículos como un nexo completo, aunque uno es el final de la primera sección y el otro un comienzo.

Las imágenes del cielo son muy bonitas, algunas bastantes celestiales, quizá demasiado para la realidad. Aunque nadie puede decir como es el cielo o al menos, no hay un común acuerdo de como es estar parados en un lugar tan lejos de nuestro sistema solar, sin sol, ni luna, ni estaciones, comida infinita, plena felicidad, más utópico para cualquier filósofo renacentista, es imposible. Entre una de las características más marcadas por los pintores (sobretodo los de la ilustración) es el canto o instrumentación, un bebe con arpa, salterio o lira También trompetas, ángeles cantando en corales gigantescas llenos de pasión por adoración al Yo Soy. 

No sabemos si los pintores tenían una idea muy vaga o muy exacta de la realidad, pero sí podemos estar seguros del espíritu de adoración celestial. Ser bienaventurado por mostrar alabanza genuina no parece tener mucho sentido, al menos que adoremos en «espíritu y verdad», si lo que hacemos nos llena de gozo, alegría, vigor y por supuesto, del Espíritu Santo, tendremos beneficios inimaginables. En esta atmósfera deseaba estar David, en el cielo por supuesto, pero sabiendo que su hora no había llegado, ni era el momento del regreso del Señor, lo más parecido en la tierra era el canto de alabanza en su templo. Por cierto, como buen músico, disfrutaba de canciones solemnes, sacras, pero también de alabanzas más rutinarias.

El versículo cinco apoya una idea muy bien conocida por todo cristiano de corazón. Es siete veces dichoso «el hombre que tiene en Ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos» existen innumerables predicaciones, seminarios, podcast y creencias acerca de la naturaleza humana postrado ante el Todopoderoso, cada una busca expresar de la manera más sencilla (o compleja también) la razón del porqué es la mejor opción dar todo por el Señor. Rendir honra con nuestro tiempo, fuerzas y pensamientos. Permitir que entre en nuestros corazones y sondee cada uno de nuestros caminos. Así se reflectante es percibir una bienaventuranza. 

vv. 5-8:

Pasar por una adversidad es realmente nada placentero. Al menos que exista un objetivo para alcanzar. Así es el cristianismo, va por un desierto árido, caliente, sin rastro de vida a su alrededor, pero allí va el buen sembrador, dejando semillas que brotan por encima de las palmeras, allí van el buen misionero rumbo a Sión, dejando fuentes de agua viva para los muchos seguidores que pronto ameritarán un oasis en su camino. Un ejemplo clave de esto es la vida del mismo David, pasando por persecusión por el rey Saúl, dejó primero la voluntad de Dios antes que su propia sed de venganza cuando tuvo la oportunidad de matarlo (¡y fueron dos veces que tuvo el chance!). 

Al contrario, muchas veces nuestra respuesta no levanta fuentes por las lágrimas que llevamos, sino deja huecos, en ocasiones difíciles de cerrar. Un simple choque de hombros por la acera puede hacernos maldecir, insultar o calumniar a una persona. El versículo siete nos advierte en contraposición cuando somos guiados por Dios, dice: «irán de poder en poder…» ¿Quiénes? Los bienaventurados que atraviesan el valle de lágrimas, pero no solo eso, sino que van marcando el camino correcto hacia la fuente de agua viva. Porque allí «Verán a Dios en Sion». 

Son pocos los salmos sin este ruego: 

« Jehová Dios de los ejércitos, oye mi oración; Escucha, oh Dios de Jacob».

En el capítulo anterior comentamos la importancia de pedir a Dios que nos escuche. Él no es sordo, pero a veces nosotros creemos o pretendemos que lo sea. Ójala Dios fuera ciego o sordo cuando nos portamos mal, podemos pensar para escapar de las consecuencias inherentes de nuestros pecados. Si fuese así, dejaría de ser Dios y comenzaríamos a tratar de cometer una ilegalidad fuera de su alcance. 

En vez de esconderse (siendo que es imposible) mejor, seamos sinceros. Porque nos escuchará con atención, esperará a que terminemos de hablar y con mucha paciencia, nos dirá el camino a seguir, por las pisadas o fuentes de agua que otros dejaron en el camino. 

vv 9-12: 

Aquí comenzamos un cambio radical de personajes. Íbamos consumiendo la vista en primera persona de David, pero en un giro alterno comenzamos a escuchar la voz en tercera persona de alguien rogando a Dios para que vea a su ungido. David fue el ungido del Señor (1 Sam. 16:1). Colocando una responsabilidad tan grande en un joven, el pedido de esta tercera persona es por protección por su hijo escogido. 

Un punto crucial se enmarca cuando el verso diez profesa una realidad inequívoca del culto presencial. David vuelve a percibir el ambiente del templo como algo inmerecido. Totalmente entrañable al constar de la presencia divina, es aquí cuando prefiere estar cerca del templo, antes que ir en pos de otros dioses o adorar en otros lugares. Colocando correctamente el contexto de su paradero, estando desterrado, ganan mucho significado sus palabras. David extrañaba adorar a Dios en su casa. En su santuario. Tanto así, que prefiere ser el portero del templo antes que abandonarlo. 

Pareciera un poco idolátrico, tal vez una comprensión más detallada de sus palabras sean necesarias. El templo del cual David se refiere tenía una connotación muy difícil de replicar en nuestros tiempos. El tabernáculo de Dios cumplió una función determinada para la comprensión del perdón de los pecados, del acercamiento a Dios sin titubeos, de las consecuencias de la maldad. David todavía tenía mucho que aprender de ese lugar. Al igual que los ritos actuales: cena del Señor, bautismo, lavamiento de pies, entre otros, cada uno tiene un significado tan profundo que podremos pasar mucho tiempo estudiando y admirando como el Señor hizo provisión en cada emblema para dirigirnos hacia Él, no para llevarnos a la idolatría. 

Así como en Malaquías 4:2 se le hace una referencia a Jesús como el Sol de Justicia, el sol como estrella dadora de luz y energía es Dios para los que transitan en sus caminos. Él recompensa dichosamente a sus hijos, y permite que otros vengan a Él sin reproche. Ya lo dio todo por nosotros. 

Ya al concluir su mensaje, termina con una bienaventuranza muy peculiar. Asegurando la plena dicha para el hombre (ser humano) que confía en el Señor. David necesitaba esa confianza, el primero en entender el propósito de su salmo es su persona. Confiar en Dios es ir a sus atrios, confiar en Dios es gozarse en plenitud del peregrinaje a Sion.

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